Un gigante de la fe: el Papa Francisco
JUAN MOLINA PRIETO desde Jaén. Se acabó la actual Jornada mundial de la Juventud en Río de Janeiro, cuyo desarrollo hemos seguido gracias a la televisión. Vemos con claridad meridiana cómo Dios no abandona a los hombres, aunque nosotros tantas veces le demos la espalda. Yo he conocido a los Papas que han gobernado la Iglesia desde Pío XII inclusive. Pues a cada Papa que moría —que parecía insustituible a nivel humano— Dios ha ido entregando a su Iglesia y al mundo, el Papa que la humanidad precisaba en ese momento de la historia. Uno echa la vista atrás y relaciona a modo de síntesis, a Juan XXIII con la convocatoria del Concilio Vaticano II;
a Pablo VI con la dirección y culminación de dicho Concilio, así como la firmeza en la fe ante el triste “desmadre” del postconcilio; a Juan Pablo I con un pontificado de 33 días, como el Papa que sembró a la Iglesia de esperanza ganándose el corazón de todos; al inolvidable Juan Pablo II, cuya influencia en la humanidad todos recordaremos; el Papa emérito Benedicto XVI con su defensa a ultranza de la verdad frente al relativismo, dejándonos las joyas de sus encíclicas. Pues bien, renuncia Benedicto XVI y Dios nuestro señor nos ha regalado al Papa Francisco que día a día, en el poco tiempo que lleva de pontificado, con su palabra, sus escritos, sus gestos y su trabajo incansable está invitando a todos los hombres a acercarse a Jesucristo para imitarlo y amarlo. Y de manera incisiva, en estos momentos de crisis mundial no solo de orden económico, sino moral, de valores fundamentales, de falta de fe, literalmente está gritando en nuestros oídos y grabando en lo íntimo de nuestro ser, que nuestra manera de vivir ha de ser la que Jesús nos enseñó con su vida y predicación: tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Nos está pidiendo a todos, jóvenes y mayores, que sepamos ir a contracorriente de esta cultura que nos separa de Dios; que seamos cada uno de nosotros constructores de un mundo más fraternal, haciendo presente al Señor en las personas más necesitadas que tenemos a nuestro lado. En resumen, el Papa Francisco, un gigante de la fe, muestra evidente que Dios no deja nunca a los hombres de su mano. ¡Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo! Y así lo ha vivido desde aquél momento.