Un fuego que apareció en la Edad Media
Cae la noche y, en los cielos de la provincia, junto con las estrellas, se empiezan a vislumbrar los primeros destellos. Es la víspera de San Antón y tanto en la capital como en muchos municipios se encienden lumbres. Fuegos que crecen con los restos del olivar, los muebles viejos y todo aquello que no ha sido tan positivo como se esperaba.
El fuego siempre ha sido compañero de rituales religiosos y espirituales y ha estado asociado a la purificación. Calienta, quema, alumbra y hace desaparecer enfermedades y malos augurios. Es parte del significado más profano de la fiesta de San Antón.

El fuego siempre ha sido compañero de rituales religiosos y espirituales y ha estado asociado a la purificación. Calienta, quema, alumbra y hace desaparecer enfermedades y malos augurios. Es parte del significado más profano de la fiesta de San Antón.
El antropólogo y profesor de la Universidad José Luis Anta indica que en todo el arco mediterráneo, es decir, desde Portugal hasta Siria, existen celebraciones que tienen como eje centre el fuego, ya sea San Antón propiamente dicho o alguna de sus variantes. “Es el centro de la estación de invierno y está muy relacionado con las tareas agrarias”, afirma. Por un lado, la campaña de la aceituna está a punto de terminar, al igual que la poda de la vid. Al mismo tiempo, se empieza a plantar el trigo.
Es más, según Anta, en la antigua Roma ya existía la tradición de reunirse en torno a una lumbre. Pero, volviendo a San Antón, cuyo nombre es San Antonio Abad, la celebración de su festividad, tal y como hoy se conoce, empezó en la Edad Media. Las versiones sobre su origen son distintas.
Por un lado, el deán de la Catedral de Jaén, Francisco Juan Martínez Rojas, explica que las candelas están muy relacionadas con el “mal de San Antón” o “mal del fuego”. “En aquella época, muchos enfermaron por un parásito de los cereales. Daban fiebres muy altas y, para atender a los afectados, se creó la Orden Hospitalaria de San Antón. En un principio, era recuerdo de las epidemias”, señala. De esta manera, las lumbres se vinculaban a los ritos funerarios y purificadores.
Aquí coincide con la versión del profesor universitario, que mantiene que hay que entender las lumbres como fuegos fatuos o purificadores. Pasaron los años y se cambió de época y, en el Barroco, se empezó a ligar el fuego con la limpieza de los pecados. En el siglo XVII, las grandes pestes castigaron mucho a la provincia y, una vez más, las lumbres se convirtieron en el lugar más adecuado para eliminar cualquier vestigio.
Poco a poco, en opinión de Francisco Juan Martínez Rojas, la devoción por San Antón fue decayendo y queda, ante todo, como una fe rural ligada a la ganadería.
Tanto Anta como el deán de la Catedral aseguran que el progreso hizo que la festividad de San Antón fuese perdiendo su fuerza religiosa para revestirse, cada vez más, de unas connotaciones populares y festivas.
En la provincia se celebra en bastantes pueblos, cada uno con sus propias peculiaridades. Todos se valen del fuego para reunirse alrededor de la lumbre y compartir viandas y vino. Las llamas se avivan con restos de olivar y otras maderas viejas, pero ¿dónde queda el sentido religioso?
Aunque, para José Luis Anta, San Antón siempre fue un santo muy querido por la ciudadanía, su festividad, en la actualidad, es ante todo una evocación del pasado. “Suple la necesidad de reencontrarse con la tradición, de sentir que tenemos una historia. Además, es una reunión de gente. Se trata de crear barrio, sociedad, de estrechar los lazos”, sostiene.
Por su parte, Martínez Rojas indica que, mientras en los ámbitos rurales se sigue buscando una protección del santo, en la capital es el recuerdo de una fiesta popular.
Todo vale, porque, como dice el refrán, “hasta San Antón, pascuas son” y Jaén tiene ganas de disfrutar su fiesta y olvidar los momentos difíciles que se viven por el paro o la crisis, entre otros. Por eso, esta noche, cientos de lumbres iluminarán el cielo de la provincia. Habrá música y hasta puede que algún baile. Entonces, la tradición se convertirá en fiesta y los vecinos compartirán sus aperitivos y, también, vino, cervezas y refrescos. No faltarán las tradicionales rosetas y San Antón, por una noche, volverá a recuperar el esplendor perdido. ¿Cuál será su sentido, religioso o popular? Eso depende de cada uno, pero lo cierto es que, por un día, se recuperará la antigua forma de vivir, en la que los vecinos salían a la calle para compartir sus vivencias. Inmaculada Espinilla