03 may 2009 / 09:43 H.
Este año se ha vivido una jornada del Primero de Mayo muy particular, nunca antes en la historia el país tuvo que “celebrar” el Día del Trabajo con cuatro millones de personas sin empleo. La complicada coyuntura económica en toda España y, por supuesto, en Andalucía ha sido uno de los elementos fundamentales en el escenario, con la amenaza de huelga general como telón de fondo que es imposible ignorar. La situación económica marca el pulso del día a día en cualquier ámbito de la sociedad y sobre esa premisa hay que plantear futuros escenarios. Los sindicatos no están dispuestos a negociar si se plantean, de entrada, recortes salariales o de prestaciones sociales. Pero el panorama es de nubes negras. Sorprende que pese a lo difícil de la situación actual, la manifestación no lograse convocar a un mayor número de manifestantes, una extraña paradoja cuando los parados en la provincia jiennense superan la cifra de 52.000, según la Encuesta de Población Activa. Quizás haya que buscar justificación en que se entiende más como una jornada lúdica que como reivindicativa y, precisamente por eso, las miles de personas que no tienen empleo no se sienten convocadas a esta manifestación. La cuestión es que la huelga no es ya un espejismo o un fantasma que planea sobre la sociedad, sino que cobra fuerza con la sucesión de datos negativos para los trabajadores y que, antes o después, no debe sorprender que se convoque. Ahora, la premisa es que se convocará si el Gobierno cede ante las pretensiones de la CEOE de flexibilizar el mercado laboral y, a la postre, abaratar aún más los despidos. La realidad es que hay más de cuatro millones de parados en el país, algunos ya sin prestaciones de desempleo a las que acogerse, y en una situación desesperada. Ante eso no se puede jugar a recortar ayudas sociales, sino que, al contrario, es preciso insistir en apoyar a los más débiles del sistema. La huelga general asusta pero, en estas circunstancias sociales, está más justificada que nunca.