Un corto sueño

Manuel Álvarez Alba /Desde Martos. Qué poco ha durado el sueño de la prosperidad, del empleo y del estado de bienestar para las clases medias y bajas.

    22 may 2012 / 11:07 H.

    Muchos asalariados renunciaron a su condición trabajadora en la época de la burbuja inmobiliaria haciéndose creer que eran clase media con aspiraciones a ricos, es decir, a tener un buen coche, una buena casa, buenas vacaciones y algo más, pero cuando se despertaron, se dieron cuenta que solo tenían deudas, recortes, paro y más miseria gracias a los votos de un gobierno neoliberal que les auguró en campaña unas promesas electorales que luego no se están cumpliendo, más bien, están llevando a los confiados votantes a la pérdida progresiva en derechos sociales, laborales, económicos, educativos, sanitarios y democráticos.
    Este sueño, muy breve, ha destruido la escasa conciencia democrática de los españoles y toca ahora levantarla. Como la agitación popular molesta al Ejecutivo, este está preparando una propuesta legislativa considerando delito cualquier forma de resistencia para así asustar al movimiento del 15-M, a los sindicatos, redes sociales y movimientos contra los desahucios, lo que refleja la forma de pensar y de entender sobre la democracia de la derecha gobernante. Como sigamos así en recortes democráticos, este estado de derecho se convertirá en poco tiempo en una dictadura —basta ver las imágenes del 15 M— ya que estos gobernantes solo nos quieren para votar cada cuatro años cuando, en realidad, la democracia empieza con el voto en las urnas y el resto de la legislatura es trabajar en transparencia para cumplir el programa y mejorar lo anterior. El voto en democracia no se convierte en un cheque en blanco aunque se tenga la mayoría absoluta-en España vivimos 47 millones y votaron al PP 11 millones-. Hay que despertar y levantar al pueblo porque ahora llega “el lobo” de verdad ya que tenemos un PP abrazado a los recortes, a los mercados y al déficit que se mantiene en sus “trece” y no se da cuenta de que hay otras alternativas para no acabar con el estado de bienestar. Me pregunto cada día, ¿qué le han hecho a Rajoy los trabajadores, pensionistas y funcionarios para que los trate tan mal? Antes el culpable de todo era Zapatero, ahora que se ha ido hay que echarle la culpa de la crisis a alguien y ese alguien es ser trabajador, pensionista o funcionario. El sueño de tener un salario digno, un empleo digno y unos derechos dignos que emanan de la Constitución, del trabajo y del pago de impuestos se ha venido a pique. En cuestión de meses hemos pasado de la euforia a la desesperación, perdiendo todo tipo de esperanza. Hoy la ciudadanía aspira a no seguir perdiendo derechos, a tener un trabajo aunque sea con un sueldo de miseria. La percepción que se vislumbra es de caída libre sin ningún tipo de paracaídas que nos frene hacia algo distinto a la democracia.
    Espero que acabado el sueño, los aspirantes a ricos se conviertan de nuevo en clase trabajadora y luchadora de la que nunca tenían que haberse ido por muy bien que pintara el panorama económico y digan alto y claro “basta ya” ya que resistir puede significar vencer. Mientras millones de personas piensen como Rajoy, Aguirre, Cospedal, los ciudadanos lo tenemos crudo y muy crudo ya que en su forma de pensar y gobernar los servicios públicos, los movimientos sociales, la libertad, la solidaridad, la igualdad de oportunidades, la desigualdad, una mejor distribución de la riqueza y del trabajo tienen otro concepto. Lo que sí es seguro es que los hechos nos demuestran que tenemos unos gurús políticos de muy escaso nivel político y, a pesar de cometer un cúmulo de irregularidades y de llevarnos al empobrecimiento total de la mayoría, salen de rositas de todas sus travesuras ya que nunca asumen sus errores y responsabilidades. ¡Qué bien montado se lo tienen los políticos españoles con decisión a nivel local, autonómico y estatal! Y los ciudadanos decepcionados, pues nunca pasa nada. Un gobernante lo hace bien, aparte de ideologías, cuando reduce, en su período de mandato, el número de pobres y de ricos y eso sí es una auténtica reforma.