Un árbol para el pequeño Jesús en el Colegio Santo Domingo
Pasan los meses, pero no se olvida ni su nombre ni su cara. Jesús Bueno Arquillo falleció el mismo día que cumplió los doce años. La comunidad educativa del colegio Santo Domingo le rindió, ayer, un sencillo y emotivo homenaje. “No estás entre nosotros, mejillas de colorete. Agarrándote a la vida, nos tenías atrapados”, recitaba un alumno en el homenaje al pequeño Jesús Bueno Arquillo.
Ese tono de cariño y alegría fue el elegido por la comunidad educativa del colegio Santo Domingo para recordar a su compañero. Aunque falleció en octubre, Jesús sigue vivo en su corazón y sus compañeros quisieron ensalzar su memoria. Lo hicieron de la mejor manera que supieron: con amor y alegría, dos cualidades muy unidas al carácter de Jesús. Y también con un olivo, el árbol milenario más representativo de la provincia. El sol de justicia que asolaba en el patio del colegio no desanimó a padres, alumnos y profesores, que querían que se supiese que Jesús seguía en su memoria. Así, sin que el calor mermase sus ánimos, el acto comenzó con unas palabras del director del colegio, Antonio Montilla, que afirmó: “Su entrada era la llegada de la inocencia. Impartía cariño, su ternura es contagiosa. Sus ojos dan tranquilidad y sosiego”. Todos lo escuchaban en el más absoluto silencio. Asistieron los familiares del pequeño Jesús, el concejal de Educación, Justo Gámez; la delegada provincial de Educación, Angustias María Rodríguez, y la concejal de Participación Ciudadana, Isabel Mateos. No pudieron reprimir las lágrimas al sentir la emoción y el respeto de sus compañeros. Jesús Bueno Arquillo padecía parálisis cerebral y esa enfermedad fue la que acabó con su vida. Entró en el colegio con tres años y allí continuó hasta que no pudo asistir a las clases. La madre del pequeño, María del Carmen Arquillo, no sabía cómo explicar sus sentimientos. “Estoy triste y contenta a la vez. nostálgica y emocionada. Yo no me esperaba algo así”, comentó mientras que sus lágrimas corrían por su rostro a la vez que esbozaba una sonrisa. Y es que era mucho el cariño que se palpaba en el ambiente, mucho el recuerdo y, aún más, demostrar que nunca olvidarían a su compañero. Por eso, junto al olivo, en el jardín del colegio, se instaló una placa en su memoria (gracias a la Escuela de Artes José Nogué). La mañana continuó entre poemas, cartas y aplausos. Siempre con alegría. Por eso, al terminar, se cantó la canción de “La vida es bella”.