Un árbol genealógico vivo


JESÚS VICIOSO / MENGÍBAR
Casi cien años después de que Antonio Polaina y Ana López se casaran, la mayor parte de sus descendientes se reunió en un encuentro del árbol genealógico vivo de esta querida familia. La mitad de los asistentes, a pesar de compartir lazos sanguíneos, no se conocía.

    09 sep 2011 / 15:02 H.


    Cónclave de una familia grande y querida por los mengibareños. Tíos, primos y sobrinos de los Polaina-López —y sus respectivos cónyuges—, de aquí y de allá, hicieron un alto en sus vidas para festejar, con emotividad, los vínculos que los unen. Porque aunque los “patriarcas” Antonio Polaina Arcos y Ana López Criado fundaron la familia en el año 1912, la prometida tuvo que ser un año antes, y ahora que se celebra el centenario de la unión, los descendientes se encuentran repartidos por numerosos destinos. Por este motivo, este encuentro y reencuentro fue tan especial, ya que a la tierra de Mengíbar, que muchos no conocían o no habían pisado en décadas, se le sumó la historia de la familia.
    En la Plazoleta, como se conoce a la Plaza del Sol, fue donde se crió el germen de la familia, y allí se revivieron numerosas anécdotas. El cronista oficial, Sebastián Barahona, relacionó el devenir de la ciudad con los hijos de esta familia. Después hubo una misa en San Pedro Apóstol, oficiada por Antonio Lara Polaina, también primo de muchos de los asistentes. Posteriormente, se visitó la Torre, el Palacio y la Plaza de la Constitución, donde se hizo una foto histórica. Más tarde, el grupo se trasladó hasta la ermita de la Malena, en Las Torres, donde Ana Teresa Beltrán dio unas pinceladas de los vínculos con la cofradía que fue cofundada por el abuelo de los Polaina.
    Emprendida ya la chispa de los recuerdos, más anécdotas afloraron con la proyección de un vídeo con fotografías de la familia de cada primo, con lo que se vio la evolución histórica         —colaboraron con el montaje Hilario Ciórraga, Ángeles López y José Luis Martínez—. Y los brindis, ya nocturnos, llegaron en la casa de campo del primo Miguel Polaina. “Ha sido algo maravilloso que ojalá se repita”, aseveró Eduardo Polaina, uno de los artífices de este encuentro.