Un alcalde a la moda
Hay teléfonos de última generación en el Ayuntamiento de Torredonjimeno, pero nadie quiere hacer uso de ellos. Puede ser que todavía sus dueños no tengan la soltura suficiente para descolgarlos.

Es lo que ocurre con las nuevas tecnologías. El caso es que contestar a preguntas incómodas cuesta tanto que las altas gamas contribuyen al silencio. Está claro que son las redes sociales las que tienen la culpa de todo. Más de uno se llevó un buen susto cuando, nada más estrenar el iphone, encontró embarazosos mensajes en forma de ataques ciudadanos. No está bien visto que un equipo de gobierno recién llegado al poder, con la cara lavada y bien peinado, invierta en aquello que algunos llaman superfluo para estar a la última en comunicación.
Ocurrió, recientemente, en el grupo que lidera Juan Ortega, alcalde tosiriano de Izquierda Unida gracias a un pacto con el Partido Socialista. Los diez concejales de sendos partidos políticos pueden presumir de aparatos de moda gracias a una medida, cuando menos, generadora de una agria polémica vecinal. No hay explicación pública sobre el motivo que llevó al máximo dirigente municipal a firmar la adquisición de ocho teléfonos inteligentes. La dará en rueda de prensa y, eso sí, si alguien le pregunta. Lo único que trasciende es que se compraron ocho, al módico precio de poco más de seiscientos euros cada uno, y recibieron dos de regalo promocional. La decisión tiene el municipio revolucionado.
Hay quienes están de acuerdo con la compra. Tener un teléfono pagado por las arcas municipales implica estar conectado a él las veinticuatro horas del día, es decir, servicio público sin reloj, un “lujo” al que no todo el mundo está dispuesto. Son los mismos que son conscientes de que hacen falta herramientas para estar informado de todo cuanto acontece, sobre todo en una sociedad en la que prima la inmediatez de la noticia por encima de muchas cosas. En el otro extremo están los críticos. Es normal que se miren con lupa las acciones de un equipo de gobierno nada más entrar en el Ayuntamiento.
Los que viven con los ánimos encendidos por esta cuestionada decisión no dan crédito a que un alcalde critique, a través de los medios de comunicación, el pésimo estado del erario y se gaste en torno a cinco mil euros en teléfonos móviles para sus concejales. Café para todos. Terminales de última generación, sin medias gamas, porque está claro —pensará él— que lo malo sale caro.
La oposición, que antes gobernaba, tampoco dice esta boca es mía hasta que no tenga las facturas por delante. En la anterior legislatura hubo seis teléfonos, de los que tres eran de última generación y los otros tres, de andar por casa. La mitad pasaron de ser públicos a privados y la otra mitad se quedaron en manos de su “dueño”, el Ayuntamiento. Hay informes que corroboran que fueron adquiridos mediante el sistema de puntos promocionales y ni que decir tiene que están más que amortizados. Los que se quedaron a disposición del nuevo equipo de Gobierno son aparatos obsoletos, algunos de los cuales llegaron a tercer acceso de datos al final del mandato. La polémica está servida en bandeja en un municipio que no termina de acostumbrarse a las excentricidades políticas habidas y por haber.