01 jun 2009 / 14:33 H.
Afalta de menos de una semana para la cita del 7-J, la campaña electoral entra en su recta final con el fantasma de la abstención, como ya ha sucedido en anteriores comicios. Los líderes políticos no son capaces de transmitir la importancia que Bruselas tiene en el día a día de los ciudadanos, de despertar el interés mínimo por participar en una votación que determina el futuro para los próximos cuatro años en el ámbito europeo. Llama la atención ese interés, precisamente, en una provincia como la jiennense, que tanto depende de ayudas y subvenciones de la UE para salir adelante en cultivos como el olivar. Y sólo ese ejemplo debería servir para entender la repercusión que tiene que en el Parlamento europeo la representación política sea de un color u otro. Ahora que acaba de darse luz verde al almacenamiento privado del aceite para intentar subir el precio en origen o que se ha adelantado el pago único, los jiennenses tienen la prueba directa y palpable de que el Parlamento europeo no es un ente, sino que sus decisiones repercuten de manera clara y directa en los ciudadanos a los que gobierna, desde el primero hasta el último. Por obvio que parezca, el mensaje no cala. Y si se trata de buscar culpables, hay que buscar en los candidatos de los partidos mayoritarios, el PSOE y el PP, enzarzados en debates sobre asuntos de más o menos calado nacional, en lugar de los argumentos de carácter europeo y global, explicar directamente qué se juega España y, desde luego Jaén, en Europa. Falta pedagogía de base, quizá porque no puede fraguarse igual una campaña para unas generales que para unas europeas, como es el caso. Se ha asistido a un tira y afloja a cuenta de la utilización de Zapatero de un avión militar para desplazarse a los mítines, una cuestión que desvía la atención de los mensajes que de verdad deberían llegar al elector. Es interesante preguntarse quién se beneficia de esa dispersión del interés del ciudadano.