Úbeda.- Los ojos de Machado miran otra vez La Loma desde los Cerros

La inmortalidad  se puede alcanzar. Machado la logró con sus poemas y, a un año de que se conmemore su llegada a Baeza como 'profesor de lenguas vivas', su retrato se yergue, en Úbeda, como vínculo entre las gentes de La Loma.

    31 ene 2011 / 11:48 H.


    Día quinto. “Nunca perseguí la gloria / ni dejar en la memoria / de los hombres mi canción; / yo amo los mundos sutiles, / ingrávidos y gentiles / como pompas de jabón. / Me gusta verlos pintarse / de sol y grana, volar / bajo el cielo azul, temblar / súbitamente y quebrarse”. Estos versos, popularizados en la voz del catalán Joan Manuel Serrat, están extraídos de los “Proverbios y cantares” de un hombre que fue sabio, poeta y caminante: Antonio Machado. Dice de él el escritor Luis García Montero que “entendía la vida como un diálogo con la propia conciencia” y con la realidad. Y, por eso, se vio forzado a escoger el exilio cuando estalló, en España, una guerra vergonzosa que enfrentó a hermanos de sangre. Confinado en la ciudad francesa de Colliure, mantiene la historia que el poeta hispalense murió en ella un 22 de febrero de 1939. Pero no es verdad del todo, porque Antonio Machado resucita cada vez que alguien recita uno de sus poemas. Está vivo en la mirada de bronce de la escultura que contempla La Loma desde el Paseo de las Murallas, de Baeza, y, ahora, también en la ciudad vecina de Úbeda gracias al reto de enero de Diario JAEN y al arte prodigioso de Miguel Ángel Belinchón, Belin.
    A los pies de la antigua Academia de Guardias y en uno de los muros de una ronda con nombre también de literato —Antonio Muñoz Molina—, los ojos apagados y serenos del escritor de “Soledades. Galerías y otros poemas” pasean, de nuevo, por los campos de olivares infinitos de una comarca que tiene el título de principal productora de aceite de oliva del mundo, La Loma. Desde el cinturón vial de Úbeda, su mirada contempla, otra vez, los “olivares viejos, sedientos y polvorientos del campo de Andalucía” que tantas veces le inspiraron en vida y los tractores con remolques llenos de aceituna que van y vienen del campo a la almazara y de la almazara al campo.
    Junto a él se levanta imponente la Torre del Reloj. Ubicada en el centro de Úbeda, este torreón que formaba parte, originariamente, de la muralla medieval de la ciudad, fue adaptada en el siglo XVI. Entonces, se construyó un chapitel y en él se instaló nada menos que un reloj. Un mecanismo moderno que, además de medir el tiempo, marcó las vidas y el arduo trabajo de los agricultores y ganaderos de la ciudad, explica el alcalde ubetense, Marcelino Sánchez, mientras observa cómo Miguel Ángel Belinchón, Belin, con las manos protegidas del frío glacial con guantes de aceitunero, devuelve a la vida a Antonio Machado.
    El tercer elemento que configura la alegoría de la comarca son los cerros que tan populares ha hecho el dicho y que, ahora, como apunta el regidor ubetense, sirven de “vínculo” entre dos ciudades que son hermanas por el legado renacentista de un cincel de oro: el del maestro Andrés de Vandelvira. Su herencia arquitectónica vertebra una tierra que fundamenta su economía en el olivar y su aceite y en el turismo. Una comarca de 76.961 habitantes en la que tan importantes son sus similitudes como sus diferencias, como advierte el director de Diario JAEN, Juan Espejo, ya que todo ello configura su idiosincrasia. “Y unir a la provincia y a sus gentes” —apostilla Marcelino Sánchez— es lo que ha conseguido el periódico a través de sus retos”.