“Úbeda sigue alimentando mi imaginación”

(Entrevista al escritor ubetense Antonio Muñoz Molina, publicada en el diario, el 6 de junio, tras ser galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las Letras).
Su pasión por contar no tiene freno. Es su vida y su oficio. Tras una agotadora jornada, atiende distendido a este periódico a través del teléfono y sin una pizca de vanidad valora su premio, su trayectoria, los peligros de esta España siempre en obras y esa Úbeda que alimenta su imaginación. Y lo hace con su cuidado “swing” de narrador.
—Hace 30 años escribía su primera novela. Y hoy (por ayer) le comunican que gana el Premio Príncipe de Asturias. Resumido en una frase, da vértigo.
—Qué rápido que pasa y qué poco sabe uno de cómo puede ser el futuro. Pero también qué suerte el haber vivido este tiempo. Un tiempo propicio, comparativamente con otras épocas en España y con otros países. Hace treinta años escribía la primera versión definitiva de “Beatus Ille”. Este es un oficio al que se le dedica la vida, y yo se la he dedicado y se la sigo dedicando.
—Sigue, por lo tanto, siendo un “gandul aplicado”.
—Es una cosa inexplicable con lo flojo que soy yo, no me explico cómo trabajo tanto.
—¿De quién se siente heredero?
—Son tantas las herencias, pero yo pienso en gente de la que aprendí tanto cuando empezaba a escribir: Juan Marsé o escritores de la gran tradición como Cervantes, Faulkner, Onetti, que tenía tan presentes cuando escribía. O escritores que, en los 70 y principios de los 80, abrieron camino muy importante para la literatura española como Eduardo Mendoza o escritores latinoamericanos como Vargas Llosa, García Márquez, Onetti. Uno tiene tantas deudas honorables porque uno se educa con muchas fuentes distintas.
—Hay que ser un simio diligente —decía Stevenson—del joven escritor, y añadía usted que también es necesario ser un “simio agradecido”.
—(Risas). Sí un simio diligente y agradecido, simios ya somos, no tenemos más remedio. Pero agradecido hay que serlo siempre.
—Decía hoy que la educación, las bibliotecas y las librerías están en peligro. ¿Se pierde el esfuerzo de varias generaciones?
—Eso es una característica triste de nuestro país, parece que todo está siempre teniendo que empezar de nuevo. Se construye y, a continuación, se deshace y hay que empezar otra vez desde el principio. Se desperdician tantas energías, en lugar de concentrarnos en proyectos a largo plazo y, concretamente, en el campo de la educación y la cultura, los retrocesos tremendos en los que estamos cayendo, y vamos a caer más todavía, me parecen desoladores. No nos podemos permitir que se nos arrebate, que se degraden cosas que estábamos empezando a tener. Hoy hablaba de que la literatura no es solo un escritor que escribe y el lector, editores, correctores, libreros, bibliotecarios, son profesores que transmiten el amor a los estudiantes. Ese ecosistema, como todos, es muy frágil, tarda mucho en construirse y se puede destruir con mucha facilidad. Además, si tienes una concepción progresista, quieres que las mejores cosas lleguen al mayor número de personas posibles y en las mejores condiciones. Hay que actuar contra la privatización o la trivialización de la educación y la cultura.
—Usted, por ejemplo, siempre ha presumido de la educación que recibió en el “San Juan de la Cruz de Úbeda”. “Fundamental en su educación y en su ciudadanía”.
—Sí, sí, sí. Me gusta acordarme de aquello que decía Max Aub que uno es de donde hace el Bachillerato. Y después —como las cosas se simplifican tanto— me decían: “Pero eso era una educación franquista”. Era una educación en la época franquista. En el instituto en el que yo estaba había profesores trinitarios que no tenían nada que ver con el franquismo y a los que les agradezco su trabajo hasta hoy. No es un ejercicio de nostalgia, es un impulso práctico, eso hay que defenderlo y, además, hacerlo radicalmente sin concesión.
—¿Hay esperanza en la cultura cuando en Twitter Federico García Lorca y usted marcan tendencia?
—(Risas). Bueno, otras casualidades de la vida. En la literatura, como en las cosas importantes, todo va más despacio. Se tarda mucho en escribir el libro, puede tardar mucho en que llegue al lector. La literatura tiene un ritmo muy distinto al del comercio de consumo inmediato.
—Además de la complicidad...
—Lo que decía Juan Ramón Jiménez: Una prisa lenta.
—Definía la escritura como una sociedad secreta, pero su trabajo tiene una legión de lectores y, además, está avalado por la crítica y por premios como este.
—Son de esas cosas que tienes que agradecer. Es importante resaltar el hecho de que se ha construido una sociedad democrática en España. Todos nos hemos beneficiado de ella. Yo puedo ser tan crítico como cualquiera de las cosas que se han hecho mal en nuestro país, pero hay que insistir en que la primera generación que ha escrito libremente en democracia y que ha disfrutado de todas sus ventajas y de la apertura del país hacia el exterior ha sido la nuestra. Es decir, nosotros hemos tenido ventajas que ninguna generación anterior de escritores ha tenido. Hay que procurar, por lo tanto, estar a la altura.
—¿Cómo se ve después de tanto tiempo y distancia esa Mágina ficticia y esa otra real?
—Eso está intacto. Hay cosas en la vida que son imborrables. Fidelidades íntimas que son invariables, que no pueden variar con el tiempo. Igual que no varía el amor que sientes por las personas que quieres. Y ese es mi paisaje fundacional, el mundo que me sigue alimentando la imaginación. En casi todo lo que escribo, casi todo lo que veo, lo veo a través del filtro de esa experiencia de nuestra tierra. Y las cosas que me duelen, me duelen más cuando las veo allí.
—¿Y qué le duele?
—Me duele el modo en que se ha descuidado y desfigurado tantas veces las mejores tradiciones populares. Cómo se ha descuidado la tradición de la arquitectura popular, el amor por los paisajes. Me duele cómo nuestra tierra sucumbió a la burbuja inmobiliaria y a la destrucción de lo valioso por el beneficio inmediato. Me duele más allí que en ningún sitio.
—Su discurso de agradecimiento del premio ya genera expectativas. ¿Presión añadida?
—(Risas) Habrá que esperar ¿no? Yo digo lo que me parece, soy muy consciente del derecho a la libertad de expresión. Además, creo que hay ejercerla; si no la ejerces, se encoge. Igual que la utilizo escribiendo novelas y artículos, también la utilizaré hablando en público.
—Lo de escribir ahora tranquilo, difícil.
—Hay que volver de manera inmediata. Mañana (por hoy) hay que volver a trabajar.