Úbeda. Diez años
Como dice el tango, diez años son la mitad de nada. Para analizar los vaivenes del corazón, diez años son pocos, pero para constatar los avances de una ciudad que se mira en el espejo del reconocimiento, son suficientes. Hoy se cumple una década de la inscripción de Úbeda y de Baeza en la lista de sitios Patrimonio de la Humanidad.
No es bueno dejarse caer por la cuesta de la indiferencia y en fecha tan redonda conviene hacer balance. Estamos a la mitad de algo, hemos dado pasos por la senda de la consolidación turística, pero hemos desandado mucho en aquella conciencia de pueblo absorto en la maravilla. Diez años han convertido a Úbeda en un reclamo turístico eficaz, pero se trata de un turismo poco asertivo. Se han construido hoteles, se han acondicionado espacios con un innegable atractivo, pero Úbeda sigue sin contar con una oferta cultural capaz de atrapar a los visitantes y de no soltarlos, como sí ocurre en ciudades de su mismo tamaño y circunstancia. Son demasiadas las cuestiones que siguen pendientes. Se echa en falta un estudio de movilidad que regule el tráfico y los aparcamientos, no se ha acometido la peatonalización de las calles del casco antiguo y los coches siguen llenando de ruido los sitios más recónditos, tampoco ha habido una actualización del Catálogo del Plan Especial de Protección del casco histórico, ni la creación de un consejo comarcal de turismo, sigue sin abrirse el Centro de Interpretación de las murallas, no está claro el pago para visitar edificios religiosos restaurados con el dinero de todos, ni la apertura de monumentos durante las tardes o los fines de semana, la plaza de San Lorenzo continua abandonada, (solo la providencial iniciativa privada salvará a la iglesia de su derrumbe), los accesos a la ciudad son terribles y la terminación de la autovía del olivar es desesperante, igual que la construcción de la depuradora, una mancha de imposible demora. El balance de estos diez años, por lo tanto, es negativo. Las cosas que no se han hecho son de tal calibre que tapan con su corpachón los aspectos positivos. En cualquier caso, estamos de fiesta, seguimos vivos y el corazón nos tiembla. Podemos bailar medio tango, si les apetece.
Luis Foronda es funcionario