“Tuve que huir de Colombia y aquí he encontrado la libertad”

Desde el año 2008 y hasta llegar a Jaén, la vida de Alfamir es una vida de reclusión, de no poder salir. Una vida de no tener la posibilidad de hacer muchas cosas que Alfamir inicialmetne hacía. No salía a tomar un helado. No salía al parque ni al supermercado. Vivía encerrada por el peligro de las amenazas”. Altamir Castillo habla en tercera persona cuando cuenta su historia, como si al referirse así al dolor que padece desde 2008 pudiese evitar que este la consuma.

25 may 2015 / 09:40 H.

Ahora tiene 51 años, aunque su sonrisa permanente hace que aparente bastantes menos. Desde hace dos semanas Alfamir y su marido, Humberto Sánchez, ha encontrado refugio en la capital gracias al Grupo de Jaén de Amnistía Internacional (AI) y a su programa de acogida temporal de defensores en riesgo de la organización, disponible para actos de difusión de la lucha de los derechos humanos y su situación en Colombia. “Aquí he encontrado la libertad”, resalta. Allí, en su país natal, esta luchadora afrodescendiente, que residía en Pradera, en el Valle del Cauca, ha recibido amenzas para quitarle la vida hasta 15 veces. La última, un anónimo que decía: “Muerte a Alfamir y a sus abogados por meterse con los lovos pese”. Lo ha denunciado siempre y no ha obtenido respuesta alguna.
Una situación “desesperante” que le sobrevino cuando decidió no dejar impune la muerte de su hijo, Davey Mosquera Castillo. El 7 de febrero de 2008, su retoño y Álex Hernando Ramírez Hurtado y José Didier Marín Camacho, otros dos jóvenes “de estrato social bajo”, subraya Castillo, salieron de su tierra con destino a El Eje Cafetero. Allí, supuestamente, iban a conseguir un puesto de trabajo como montadores de tuberías de gas, que les fue ofrecido por un soldado del Ejército de Colombia. En su trayecto los tres jóvenes fueron sorprendidos por uniformados con pasamontañas, que se identificaron como soldados. Los tres muchachos fueron separados y minutos después, les dispararon. Solo uno de ellos sobrevivió, Marín, que pudo escapar, ya que el arma que le apuntaba se engatilló. Desde ese momento, Castillo ha convertido su vida en un enfrentamiento permanente contra las autoridades colombianas para esclarecer la muerte de su hijo, que ha dado como resultado la condena de dos altos cargos de la hueste.
Los de Davey y Álex no fueron los únicos asesinatos del llamado “escándalo de los falsos positivos”, una “artimaña” del Ejército de Colombia consistente en asesinar a civiles inocentes para hacerlos pasar como guerrilleros muertos en combate dentro del marco del conflicto armado que vive el país y que tenía como objetivo presentar resultados por parte de las brigadas de combate.
reivindicaciones. “La muerte de mi hijo es una experiencia que, cada día que pasa, me hace más fuerte. Mi lucha es para que ninguna madre vuelva a sufrir lo que me pasó a mí. Esta es una lucha constante de todas las madres que hemos sufrido estas atrocidades del Ejército colombiano. Luchamos para que la historia no se repita con otros muchachos y queremos dar a conocer esta historia a los jóvenes que están emepzando a vivir”, explica esta mujer de cañero (el que trabaja la caña de azúcar), que ha hecho de las reivindicaciones de igualdad y de libertad su propia vida. Ahora ha dejado en Colombia a su hija Natalia, una joven de 18 años que AI no ha podido traer a España con su madre. “Intento acostumbrarme a estar sin mis hijos”, explica. Es de las pocas cosas que ahora añora de su tierra, de Colombia. “Siempre se echan de menos cosas de la casa de una, pero más se añora la libertad”, concluye.