Tus pinceles lloran, Domingo

Un día de buen calor -¿junio de 2007?-, conversábamos Domingo Molina, un hombre que le acompañaba y que se apoyaba en un bastón, y mi esposa a la sombra de un sol de punta que nos apartaba la ciclópea muralla posterior del majestuoso edificio del Hospital de Santiago. En esta charla, lo mismo nos íbamos del arte del pincel a la literatura de la pluma.

    17 may 2011 / 16:52 H.

     Luego a Domingo, con su peculiar ironía, se le ocurrió decirnos que la muralla que se levantó como perímetro circundante del Hospital de Santiago, por su inepta misión y por su tosquedad, debería de ser abatida y levantarse en su espacio un solemne auditorio aprovechando incluso la piedra. Y como el que calla otorga, el silencio de los tres, dio la razón a Domingo. La muralla debe de ser posterior al vandelviriano edificio, pues entre otros investigadores como Ruiz Prieto, Chueca Goitia, Vañó Silvestre, Torres Navarrete y Moreno Mendoza, en sus obras, no he hallado nada del por qué de esta “alcatrécea” fortificación. Así que, o se trata de mala suerte por mi parte, o ni el mismísimo y sapientísimo Febo, lo sabe. Claro que no por ello, la muralla del Hospital de Santiago ha de ser un misterio. Debe saberse, ¿pero dónde? Indudablemente, debe de estar escrito. Domingo Molina Sánchez nació en Úbeda el 14 de abril de 1922, habiéndolo conocido este que escribe un día que mi abuelo, harto de que le pintarrajeara con tiza y carbón las losas del portal, me cogió de la mano y me apuntó en la Escuela de Artes y Oficios para que, Domingo, profesor, me enseñara dibujo artístico, que no consiguió por mi inclinación a “escribir” novelas del oeste americano “imitando” a Estefanía con pistolas, caballos y cuatreros. Pero en la Escuela tuve la fortuna de conocer a la que, durante tantos años, sigue siendo mi esposa y madre de mis hijos. Para pintar así de bien, Domingo había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla y, comenzando con el estilo clásico de los pintores de su época fue evolucionando hacia otros estilos posteriores, con “perfecta perfección”, según diría el escritor Luis Romero. Como profesor de dibujo artístico, ha dejado nombre. El biógrafo y cronista de Úbeda, Juan Pasquau Guerrero, en la revista “Úbeda” (sic) de diciembre de 1951, dijo de él: “Como pintor, Molina sabe por donde va; conoce el camino”. Y otro ubetense Ramón Molina Navarrete, poeta y escritor, en la revista “Ibiut”, que dirige, escribe: “Domingo fue un artista verdadero; y a los artistas verdaderos no los mueve las placas ni las condecoraciones.” Y de esto, este pintor, tenía muchas. Sin embargo, ¡qué poco se ha escrito de este artista de la pintura siendo cabeza de los de Úbeda! Desde el mes de enero, el estudio del pintor está en silencio y sólo se oyen, si se escucha, los pinceles llorar. (A tí, Domingo; que si no antes tu buen alumno, sí, desde siempre, tu mejor amigo).

    Ramón Quesada Consuegra es escritor