Tsunami
Quizás pueda parecer excesivo equiparar la virulencia de un tsunami a la crisis financiera y por tanto económica que asola al hasta ahora llamado primer mundo. Estamos en aguas turbulentas y ahí todo cabe. Al igual que el tsunami se produce por el encaje de placas tectónicas en el mar, la crisis económica de los países se produce por el ajuste de ganancias en el mundo financiero. Todo está estudiado; todo está ya visto y la crisis que ahora se ha apoderado de nuestras vidas, es la misma que se produjo en el 29, debida en gran parte a la desregularización de los mercados y a la avaricia del poder económico.
El crak económico de ese fatídico año saben todos los entendidos quiénes lo produjeron y cómo se solucionó. También saben que provocó sufrimiento y penurias a las clases sociales menos pudientes y no se cebó con los multimillonarios que hicieron su agosto, aunque cuenten que alguno que otro se quitase de en medio al no poder soportar la magnitud de las pérdidas en sus capitales. Ahora que tan denostada está la política, cabe decir que la solución está en la política, por que ésta es la que legislando y ejemplarizando puede cambiar el rumbo de las cosas. Me congratulo con la permanencia de Barak Obama en la presidencia de los Estados Unidos de América, por que ha demostrado —con todos los errores y carencias de su legislatura— que se puede crear empleo en plena crisis; que se pueden hacer políticas sociales a pesar de la crisis y sobre todo justamente por la crisis se deben de hacer políticas sociales por que es un deber moral de todos gobernantes.
Funcionaria
Ana Barberán