TRINIDAD VÍLCHEZ MEDINA: “Queremos transmitir un mensaje de esperanza”
Ana Domínguez Maeso
Trinidad Vílchez Medina cumplirá este invierno 50 años. Su familia es corta pero está muy unida, a pesar de la distancia. Vive en Jaén con su marido y sus 2 hijas. Su madre y sus 2 hermanas viven en Sevilla y las echa muchísimo de menos, le gustaría tenerlas cerca para disfrutar de la intensidad de su cariño.

Trinidad Vílchez Medina cumplirá este invierno 50 años. Su familia es corta pero está muy unida, a pesar de la distancia. Vive en Jaén con su marido y sus 2 hijas. Su madre y sus 2 hermanas viven en Sevilla y las echa muchísimo de menos, le gustaría tenerlas cerca para disfrutar de la intensidad de su cariño.
—¿Qué me puede destacar de su vida?
—Supongo que mi vida no es ni mejor ni peor que otras, he pasado momentos buenos y momentos malos. Hasta ahora una lucha continua, en la que pretendo seguir luchando. Puedo destacar dos circunstancias que han marcado en mi vida un antes y un después: En 1995 me incorporé a trabajar en Jaén, donde había obtenido una plaza en el hospital —soy farmacéutica— y me vine con mis 2 hijas —una de 2 años y medio y la otra de 5 meses— sin familia y sin conocer a nadie. Tardé en reunirme con mi marido 8 años y medio y algunos días, aunque de estos ya perdí la cuenta. Mi manera de ser a partir de entonces cambió, pero creo que en sentido positivo. Me volví, quizás, más fuerte y aprendí a dar importancia a las cosas que realmente la tenían y a obviar a la misma vez muchas tonterías.
—¿Fue dura esa etapa al comienzo?
—Los dos primeros meses lloré más que en toda mi vida, pero después dije: “Se terminó” y me puse una sonrisa en la cara, que he perdido en muy pocas ocasiones.
—¿Qué me puede contar de esa segunda circunstancia que le marcó?
—Fue en febrero de 2009, cuando, tras una revisión médica, me diagnosticaron cáncer de mama. Realmente fui consciente desde el momento que me hicieron la ecografía y la biopsia, aunque no hubiera un diagnóstico firme aún. Fueron unos días muy amargos, simular que no pasa nada hasta que no tienes el diagnóstico, después, aceptarlo tú y comunicarlo a los demás, y el horror hasta que tienes resultados de todo y empiezas ya con un plan de tratamiento. Creo que esta fue la parte peor de todo el proceso, pero tengo que decir que no estuve sola en ningún momento, mi marido y mis hijas me reconfortaban muchísimo y un matrimonio muy amigo nuestro me acompañó a todos los sitios adonde tuve que ir. Además mi madre y mis hermanas, a pesar de estar destrozadas, no me faltaron nunca.
—¿Qué sentimientos experimentó?
—En estos días hice recapitulación de lo que había sido mi vida hasta entonces y creo que me puse en paz conmigo misma y con Dios. Tomé conciencia de que me enfrentaba a la muerte, algo que hasta entonces nunca había pensado que fuera conmigo. Cuando posteriormente lo he comentado con mi hija Trini, ella me pregunta: “Pero, mamá ¿es que tú nunca habías pensado que te tenías que morir?”, y realmente es que no me lo había planteado nunca. La muerte era cosa de otros. Bueno, tenía un tumor que había que reducir antes de operarlo y, para ello, tenía que someterme a quimioterapia. No estaba asustada, estaba horrorizada. El primer día que fui al hospital de día a ponerme la quimio lloré cataratas desde que entré hasta que salí. Después empezó el pánico a los efectos adversos, a lo que más le temía era a que me diera una neutropenia. No sé qué se me pasaba por la cabeza para tener ese miedo irracional a ese trastorno hematológico, que pensaba yo que iba a llegar así, de pronto, a por mí. Tuve algunos procesos infeccioso, pero al final no fue tan dramático y después se ha convertido un poco en motivo de hilaridad cuando lo recordamos en casa. Y, tras aquella llantera tan monumental, volví a decidir que se acababan las lágrimas. No podía ver a la gente que me rodeaba pendiente de mi y que me viera con cara de pena. Así que creo que conseguí recuperar parte de mi alegría.
—¿Se produjo en una fase larga de tiempo?
—El periodo de tratamiento con quimio, la cirugía y la radioterapia es un período que se hace bastante largo. Vives un poco ajena a ti misma, como si estuvieras en una película. También tuvo su lado positivo, pues aprendes que hay muchas cosas que no tienen tanta importancia como creías. Descubres que la vida es breve y que tienes que disfrutar lo que tienes, y hay realmente muchas cosas: una familia fenomenal (evocar a mi marido, a mis hijas, a mi madre, a mis hermanas en aquella época me dan ganas de llorar de la emoción). Además tengo unos amigos estupendos que estuvieron a mi lado obligándome a salir y a no dejar que me hundiera en ningún momento, el cariño de los compañeros de trabajo y mucha gente nueva que he conocido después, como mi grupo de pilates, que tanto me ha animado desde entonces. También otras pacientes, que ahora representan mucho en mi vida. Otro aspecto positivo ha sido los profesionales implicados que han sido profesionales y encantos de personas: rayos, anatomía patológica, cirugía, oncología, radioterapia y no olvidemos a mi servicio, farmacia. Desde aquí quiero expresarles a todos ellos mi más profundo agradecimiento.
—¿Cómo le ha afectado la amistad con pacientes en su misma situación?
—Muy constructiva. Coincidí con 2 personas que entre cada sesión de quimio quedábamos un día para desayunar juntas, nos llamábamos para ver cómo íbamos y surgió una amistad. A través de amigos comunes contactamos con otras pacientes que nos enseñaron a ponernos pañuelos y bien bonitos que quedaban. A través de la Unidad de Mama nos pusieron en contacto e impulsaron que formáramos una asociación de pacientes: la Asociación Jiennense de Cáncer de Mama (Ajicam).
—¿Qué es la Asociación de Cáncer de Mama?
— El objetivo de la asociación es ayudar a los pacientes con cáncer de mama, contribuir a mejorar su calidad de vida, apoyar a sus familiares y amigos, servir como punto de encuentro de todos los colectivos implicados y hacer promoción del diagnóstico precoz de la enfermedad, pero todo llevado con alegría. Queremos trasmitir un mensaje de esperanza, de ganas de vivir, agradecer y disfrutar de ver amanecer un nuevo día.
—¿Cuánto tiempo lleva funcionando la asociación?
—Desde septiembre de 2010, aunque legalmente no estuvimos constituidos hasta el 11 de enero de 2011. Le echamos muchas horas y entusiasmo, y creo que vamos calando en la población. Tenemos socios afectados y otros que no lo están. Hay apoyo psicológico de enfermería y trabajadores sociales. Realizamos numerosas actividades destinadas a personas en estadios iniciales y más avanzados, tanto a personas afectadas como a familiares y amigos y a personas interesadas en colaborar. Se hacen talleres de manualidades, de salud —como gimnasia de mantenimiento—, marchas informativas, etcétera.
—¿Qué pediría a la población de Jaén?
—Ayuda y colaboración. Nadie —ni hombres ni mujeres— está libre de poder padecer un cáncer. La sede está en Pintor Zabaleta, número 5. Abrimos los martes por la mañana y tarde. Los teléfonos de contacto son 953 082 845 (los martes) y 622 432 157. Nuestra página web es www.ajicam.org.