Tres generaciones en Berlín
David Navarro, en la Gala de los Jiennenses del Año, celebrada el pasado viernes, recomendaba que cuando los de Jaén saliéramos de viaje, no lo dijéramos a nadie.
Las explicaciones que daba, justificando su consejo, tenían algo que ver con la antipatía que podía causar en el prójimo, la manifestación de nuestro bienestar. Pues bien, haciendo caso omiso a esta recomendación, la familia Cañada se aventuró, el pasado sábado, a volar a tierras alemanas, con la intención de animar y acompañar a su equipo de fútbol favorito, de toda su vida.
Sin mucho tiempo para reposar la idea y movidos por una enorme excitación contenida, dedicaron los días previos al encuentro, a una organización minuciosa, cuyos preparativos, a veces, llegaban a ser de infarto. Llegado el día del evento, abuelo, hijos y nieto, tres generaciones de culés jiennenses, ven cumplido uno de sus sueños. Hoy en día, reconocen que es muy gratificante ser barcelonista. Son buenos tiempos para airearlo, ya que el viento les sopla a favor. Pero, recuerdan que hubo tiempos anteriores en los que su equipo les privaba, por norma, de toda satisfacción y que, por consiguiente, sus seguidores, y más por nuestra tierra, apenas si se prodigaban. Ahora en nuestros días, la historia es bien distinta.
Yo, por mi parte, que soy apática a colores, himnos y banderas, deportivas, políticas o de nacionalidades, soy crítica a ciertas situaciones y, de este acontecimiento en concreto, entresaco dos cuestiones. La primera me lleva a lamentar que en la fiesta de celebración del club blaugrana, televisada el domingo por la noche, gran parte de los componentes del equipo de fútbol, hicieran sus respectivos discursos de agradecimiento en idioma catalán.
Falta de respeto hacia esos muchos seguidores que se encuentran más allá de sus límites autonómicos. Para la segunda me asalta una ovación para esos cuatro jiennenses que supieron conjugar, en la consecución de su sueño, afición a un equipo y generosidad para con sus seres queridos, ya que, no conciben lo uno sin lo otro.
Las explicaciones que daba, justificando su consejo, tenían algo que ver con la antipatía que podía causar en el prójimo, la manifestación de nuestro bienestar. Pues bien, haciendo caso omiso a esta recomendación, la familia Cañada se aventuró, el pasado sábado, a volar a tierras alemanas, con la intención de animar y acompañar a su equipo de fútbol favorito, de toda su vida.
Sin mucho tiempo para reposar la idea y movidos por una enorme excitación contenida, dedicaron los días previos al encuentro, a una organización minuciosa, cuyos preparativos, a veces, llegaban a ser de infarto. Llegado el día del evento, abuelo, hijos y nieto, tres generaciones de culés jiennenses, ven cumplido uno de sus sueños. Hoy en día, reconocen que es muy gratificante ser barcelonista. Son buenos tiempos para airearlo, ya que el viento les sopla a favor. Pero, recuerdan que hubo tiempos anteriores en los que su equipo les privaba, por norma, de toda satisfacción y que, por consiguiente, sus seguidores, y más por nuestra tierra, apenas si se prodigaban. Ahora en nuestros días, la historia es bien distinta.
Yo, por mi parte, que soy apática a colores, himnos y banderas, deportivas, políticas o de nacionalidades, soy crítica a ciertas situaciones y, de este acontecimiento en concreto, entresaco dos cuestiones. La primera me lleva a lamentar que en la fiesta de celebración del club blaugrana, televisada el domingo por la noche, gran parte de los componentes del equipo de fútbol, hicieran sus respectivos discursos de agradecimiento en idioma catalán.
Falta de respeto hacia esos muchos seguidores que se encuentran más allá de sus límites autonómicos. Para la segunda me asalta una ovación para esos cuatro jiennenses que supieron conjugar, en la consecución de su sueño, afición a un equipo y generosidad para con sus seres queridos, ya que, no conciben lo uno sin lo otro.