Tres años y medio de cárcel por causar un accidente mortal
Tres años y medio de cárcel. Ese es el castigo impuesto por la magistrada Carmen Carpio a un temerario del volante que causó un accidente mortal. Se trata de Pedro C. G., un joven de Los Villares que, en la madrugada del 20 de agosto de 2011, se puso a los mandos de un coche bajo los efectos del alcohol y después de llevar todo el día de fiesta. Además, pisó el acelerador más de la cuenta. La conjunción de ambos factores fue fatal: perdió el control de su Seat Ibiza y se estampó contra varias casas. El golpe fue terrible. David Alcalde, un chico de 17 años que viajaba en el asiento del copiloto, murió prácticamente en el acto.

Casi cuatro años después de aquel accidente, el conductor ha sido condenado a tres años y medio de cárcel por delitos de conducción temeraria y homicidio por imprudencia. Se trata de uno de los castigos más duros impuestos por la Justicia jiennense en los últimos años por hechos similares. De hecho, si el recurso ante la Audiencia no prospera, tendrá que ingresar en prisión.
La juez Carmen Carpio considera que Pedro C. G. condujo con “una temeridad manifiesta”. ¿Por qué? Primero, porque el conductor se hallaba bajo los efectos del alcohol. Él mismo reconoció que había bebido: “Dos mojitos”, explicó en el juicio, celebrado el pasado 17 de junio. La prueba a la que se sometió tras el fatal accidente dio 0,42 gramos de alcohol por litro de aire espirado. El guardia civil que confeccionó el atestado describió otros síntomas de la borrachera, como los ojos rojos, la expresión verbal incoherente y la deambulación titubeante. Es más, llegó a tropezar cuando lo metían en el coche patrulla. Igualmente, varias personas escucharon al conductor decir que no llamaran a la Guardia Civil porque había bebido.
Además, la juez también considera probado que Pedro C. G. circulaba a una velocidad excesiva por las calles de Los Villares. Así lo dijo el único testigo presencial del accidente: “Lo vi venir muy rápido”, declaró ante su señoría.
Por todo ello, la juez razona que la conducción que realizó Pedro C. G. aquella madrugada fue “temeraria”: “No solo por conducir bajo los efectos del alcohol y a velocidad excesiva, sino también porque llevaba de fiesta desde por la mañana en la playa y estaba muy cansado, como él mismo admitió, y aún así continuó de fiesta por la noche, ingirió bebidas y cometió la grave imprudencia de conducir su coche (...), poniendo en peligro su vida y la de otras personas”, aclara la sentencia.
En el juicio, el acusado argumentó que, a pesar de haber bebido, se encontraba bien para conducir. Alegó que se dio una cabezada, porque estaba cansado y no por el alcohol e insinuó que perdió el control de su coche por un fallo mecánico. La juez responde que el hecho de dormirse al volante se produjo porque llevaba de fiesta casi 24 horas sin dormir: “Esto no es una justificación de la imprudencia, sino una imprudencia en sí misma”, concluye.
El abogado de la familia del fallecido, Javier Marín Gámez, muestra su satisfacción por la sentencia: “Pensamos que se ha hecho justicia, porque se trata de una conducta muy grave y que causó mucho dolor”, sostiene el letrado.