Treinta años de exaltación del costalero

La Clemencia es una galaxia singular dentro del universo cofrade jiennense, y su planeta es el barrio de la Magdalena, inseparable de la hermandad.

26 mar 2015 / 10:45 H.

Todo lo que hace el colectivo pasionista tiene el sello de una idiosincrasia propia, y si nadie le gana a tradicional tampoco hay quien pueda tacharlo de inmovilista. Ahí está, como mejor ejemplo, su cuadrilla de costaleras, pionera en la Pasión local. Su procesión derrocha autenticidad, y hasta el pregón que promueve cada año es diferente hasta en el nombre: Acto Cuaresmal del Costalero.
Una cita que, precisamente, celebró sus tres décadas de existencia con la palabra como protagonista, en la voz de un rociero que lleva a su barrio —y a su Hermandad de la Clemencia— como medalla allá por donde va.
Manuel Alfonso Palomino, que fue presentado —así lo quiso el orador— por Jesús Medina, emocionó a los numerosos hermanos presentes —de sus dos cofradías— con un discurso que reivindicó el trabajo costalero desde su propia experiencia bajo el paso, además de reconocer a los pobladores de esta antiquísima zona de la ciudad, en la que Palomino nació como persona y cofrade y continúa asentado.
Recordó a sus vivos ilustres y a sus muertos inolvidables, y el aplauso lo premió varias veces. Las saetas de Rafael Maderas, Lola Rentero y José Palomino —este con la guitarra de Romerito— y la poesía del Chache no faltaron a la velada en el patio de abluciones del templo, que puso el mejor marco a la exaltación.  Tras la entrega de obsequios se celebró un acto de confraternización que, igualmente, contó con la denominación de origen “Magdalena”. Y es que los propios soportales del recinto se convirtieron en “restaurante” cuyas mesas rebosaron viandas sufragadas y aportadas por los mismísimos cofrades. Así es La Clemencia: sencilla, elegante, como la verdad.