Tragedia en Lampedusa

Desde ÚBEDA. Las mitológicas columnas de Hércules marcaban el límite del mundo conocido en el Mediterráneo para griegos y romanos y lo siguen haciendo siglos después para separar nuestro mundo del inframundo del que nos nutrimos con avidez insaciable.

    13 oct 2013 / 08:39 H.

    Oleadas de cadáveres en Canarias, estrecho de Gibraltar y Lampedusa nos recuerdan fugaz y periódicamente la indecencia de lo bien que vivimos unos pocos frente a los muchos infortunados que les tocó nacer en el inframundo y que malviven hasta morir, ahogados en la miseria o en las aguas que intentan salvar para escapar. Indignidad simbolizada en aquella mujer que tras toda una noche en el agua, exhausta, no pudo asirse al brazo de un pescador que intentaba auxiliarla. Y mientras se hundía, en silencio, con sus ojos negros abiertos de par en par miraba no solo a quien infructuosamente intentaba rescatarla si- no a todos nosotros, sin dar una sola voz para no entorpecer nuestros quehaceres cotidianos. Con estos recordatorios se nos tuerce el gesto, se nos amarga el desayuno y nos encojemos de hombros buscando culpables para semejante ignominia; si la Unión Europea, si sus estados miembros, si las mafias que trafican con ellos estableciendo negocios poco edificantes que otros acá, en el lado bueno, hacen rentables. Una vez elegido el culpable —nunca nosotros— pasamos página hasta la próxima.
    Juan Manuel Chica Cruz