"Trabajaré estas tierras para que mi padre se sienta orgulloso de mí"
Ejemplo de que el “sexo débil” es una falacia, Jennifer Cano es la personificación la fuerza, el arrojo, el coraje, pero también de la sensibilidad. A sus 28 años, la joven trabaja una plantación de algodón de 20 hectáreas en su municipio, Torreblascopedro. Tras superar el fallecimiento de su padre, ocurrido el 4 junio 2012, Cano no dudó en tomar las riendas del negocio que aprendió a amar gracias a su progenitor. “Yo trabajaba como esteticista y asesora de imagen personal, pero el campo siempre me había gustado”, cuenta Cano, quien recuerda los momentos de complicidad en los que prestaba atención a los sabios conocimientos de su padre.

Aunque Jennifer tuvo que sortear no pocas dificultades, siempre le salió el arrojo suficiente para levantarse y seguir adelante. De temperamento fuerte, la joven es todo sentimiento, tal y como se manifestó cuando conoció el reconocimiento. “Muchas gracias. Supone mucho para mí, por todo lo que he pasado”, dice, emocionada, Cano. Y es que la torreña supo, desde un primer momento, que las tierras que dejó su padre a la familia serían su vida. “Quiero que mi padre se sienta orgulloso de mí”. Por lo tanto, dejó pinceles, secadores y maquillajes para hacerse experta en semillas y una perfecta conductora de tractor. “En mi familia soy la que aporto los ingresos. Estamos mi madre, mi hermano pequeño y yo. Somos humildes y estamos hipotecados, por lo que tuve que ayudar en casa para sacar las deudas”, asegura. Como una madre que adora a su hijo y se siente orgullosa en cada momento de su crecimiento, Jennifer Cano destaca la gran satisfacción que experimentó cuando vio los resultados de la pasada campaña. Asimimo, irradia esperanza cuando pone la vista en la próxima recogida de la cosecha. “El año pasado, medio salimos y con lo poquito que sé ya, a ver cómo sale. Tengo ilusión de que sea mejor”, apunta.
Reconoce que los comienzos iniciales la turbaron un poco al principio: “Pensaba que no iba ser capaz, además soy una persona muy exigente”. Sin embargo, pronto se dejó contagiar por la ilusión. “Cada día mimo la cosecha, pues tiene su recompensa. Además, aporta una satisfacción personal cuando las cosas se hacen bien, de corazón y con sentimiento. El campo es duro, pero los jóvenes tenemos ganas”.