Trabajador por la cultura de Jaén

Pocos podrían enumerar, al menos de memoria, las veces que Manuel Urbano Pérez ocupó una de esas sillas, ya fuera como presentador de escritores, ponente en conferencias o protagonista de una velada literaria. La mesa del salón de actos de la Biblioteca Provincial, cuartel general del Centro Andaluz de las Letras, volvió a llenarse una vez más de literatura, pero, en esta ocasión, fue la que, a modo de recuerdos, desplegaron cuatro de sus colegas y amigos. Ellos eran el pintor y crítico de arte Miguel Viribay; el poeta Juan Manuel Molina Damiani; el catedrático Dámaso Chicharro y el poeta José Cabrera. Fueron presentados por la delegada de Cultura, Yolanda Caballero, quien disculpó la ausencia de la profesora Genara Pulido, por motivos de salud. Caballero repasó la trayectoria de Urbano, considerado, dijo, uno figura clave para entender la literatura andaluza, “uno de los grandes eruditos de la cultura andaluza y jiennense”.

27 mar 2014 / 23:00 H.


De libros inéditos, de sus amistades y enemistades, de su faceta como editor y también como “jardinero” apasionado. Fue una radiografía de lo más ecléctica, cargada de anécdotas y vivencias personales de cada autor sobre Manuel Urbano Pérez, cinco meses y tres días después de su fallecimiento. Traían sus guiones y anotaciones, y hasta un ensayo Viribay —“que ya publicará”, anunció— pero no les hizo falta. Desde el principio, la conversación giró en sus recuerdos, un discurso más emocional que teórico, palabras salidas desde su profunda admiración y cariño por el autor, al que definieron como “un trabajador por la cultura de Jaén”.
La flor de Jacaranda, un poemario inédito de una modernidad absoluta
Arrancó José Cabrera, el más joven de la mesa, y se remitió a 2002, cuando conoció a este “hombre serio, distante al principio, pero con un alma clara que daba todo lo que tenía dentro y eso se reflejaba en sus versos y su lírica”. Él, en este homenaje, quiso recordar que, dentro del mundo literario, a Manuel Urbano es de los pocos autores que ya en vida fueron honrados. Y de doble manera. Un acto anterior del Centro Andaluz de las Letras y un libro que se terminará dentro de poco, en el que participan 100 personas de las más diversas artes. Además, anunció que hay un libro inédito, La flor de Jacaranda, en el que firma, dijo, poemas de una modernidad absoluta: “Era consciente de que era su réquiem y lo revisó hasta días antes de su fallecimiento”.

Un romántico ilustrado, el autorretrato de Los pies en la tierra
Molina Damiani y Urbano se conocieron en los años 70 y el poeta recurrió a un libro inédito de Urbano, Los pies en la tierra, para definir un rasgo suyo. “En este libro hay un autorretrato en el que se ve uno de las grandes matices de su personalidad: es un romántico”, dijo. “Un romántico ilustrado”, añadió él. “En Los pies en la tierra intenta dar con la razón de su vida, al igual que hacían los románticos alemanes de finales del XVIII. Es un autorretrato suyo y de las miserias y las grandezas de la tierra de Jaén, donde él tiene los pies asentados, un retrato de los jiennenses y los jaeneros”, describió.

Un hombre sin pelos en la lengua, un maníaco de los libros y un editor paciente
Dámaso Chicharro y él se conocieron en 1979. “Él no tenía pelos en la lengua y yo tampoco, pero nos llevábamos bien a pesar de los choques por ello”, recordó. El catedrático resaltó la pasión “patológica” de Urbano por los libros: “Era un maníaco”, dijo. No cabían más en su casa, pero no renunciaba a seguir llenándola. Pero, sobre todo, a los de Jaén. Y aquí hizo referencia a su legado, “en cuestiones de Jaén, incomparable”. Y donde mejor custodiado, propuso, podría estar que en el IEG, idea que contó con el asentimiento de la hija de Urbano, Elena, que estaba entre el público. Y como editor, una faceta poco publicitada, hizo una “labor callada y paciente”.

La carta de Josefina Manresa, la primicia del Planeta y un amante de las plantas
Miguel Viribay era el más veterano colega de la mesa. Sus vidas se cruzaron en 1960, en la sacristía de Cristo Rey, y, desde entonces, en círculos y más círculos, han estado en contacto. De aquella época, recordó una anécdota: el homenaje a Miguel Hernández que organizaron, al que llamaron “recuerdo” para esquivar la suspensión por parte de las autoridades de la época, algo que no consiguieron. Pero Josefina Manresa escribió una carta de agradecimiento a Urbano, que, aseguró Viribay, nunca se ha publicado y tiene que estar entre sus papeles. Entre sus amistades de la literatura, recordó otra historia, el viaje a Valencia en el que Urbano ya se dejó escrita la crónica de la concesión del Premio Planeta a Eslava Galán. “Tal era su confianza que se lo contó antes de que fuera público”, aseguró. Y otra cara de Urbano más desconocida: “Dentro de su talante adusto y distante, tenía una pasión singular por una cosa: las plantas, se pasaba las tardes enteras cuidándolas”.