Todos con la Roja
Imbuidos ya del ambiente de la Roja, este sobrenombre no le gusta a alguna gente porque parece que nuestra selección es comunista. A la italiana se le llama Azzurra o a la francesa Les Bleus, sin que por ello sean del PP. Pero en España, que no estamos acostumbrados a sentir el orgullo nacional por obvias cuestiones históricas, nos cuesta identificarnos con nuestros colores. Poco futuro tendría la denominación La Gualda. Igual sucede con el himno.
La polémica denota madurez democrática, y así se puede ver en otros países, como en Serbia, donde han echado a un jugador de la selección simplemente por no cantar —respetuosamente— el himno en un amistoso. Destitución fulminante. Viene esto al pelo para hacer una breve reflexión: cuando Esperanza Aguirre pide suspender el partido estamos ante medidas dictatoriales y totalitarias, autoritarias e impositivas muy peligrosas. Aquí todavía podemos pitar el himno, pero quién sabe. La pérdida de opinión colectiva, para aplaudir o protestar, por ejemplo un himno, está en relación con la pérdida de los espacios públicos a los que nos está sometiendo sistemáticamente el neoliberalismo del PSOE, con tibieza y cierta discreción, y el PP, con absoluto descaro y alevosía. No es que estemos politizando el fútbol sino que hay que saber hasta dónde llega la política, la economía —olvidándonos por un rato de todo lo que se mueve alrededor dentro y fuera del fútbol— para, también, saber disfrutar de un buen partido independientemente de nuestra ideología.
Juan Carlos Abril es escritor