Todo por el Señor de Chircales

 Es difícil ser valdepeñero y no llevar al Señor de Chircales en el corazón”. Lo dice una valdepeñera de pro, Lola Castro, que nació en la misma calle Tercia, porque a su madre no le daba tiempo a llegar a Jaén.

22 jul 2015 / 08:31 H.

Sus padres regentaban el bar “Los Manueles”, que se sigue llamando así, en honor a las dieciocho generaciones de hombres con ese nombre que hay en su familia. “Yo era la niña de los manueles”, comenta sonriendo. El sacrificado oficio obligó a su madre a perderse muchos momentos de su vida, pero ella no siente que le faltara amor o cuidados, en absoluto. En realidad todo el pueblo la amparaba, o al menos, así lo recuerda ella. “Notabas el cariño de la gente, un calor tremendo”. Y, sobre todo, el de su tía Josefa y su tío Manuel, sus segundos padres. Su pueblo es la calle, los juegos al aire libre y los olores, que tanta importancia tienen para ella, como el de la matanza cuando se hacía en las casas o el de la cooperativa de orujo.

Cita obligada es la romería de mayo pero, sobre todo, cada septiembre es obligado guardar la primera semana para ir al pueblo. “El momento que anhelas todo el año es cuando procesiona el Cristo y pasa delante de mi casa”. Comparte ese momento con su madre, a la que adora, y piensa entonces en poder estar allí juntas las dos también el año siguiente. Las lágrimas es imposible reprimirlas desde que empieza a escuchar los sones de la banda de música que acompañan a la imagen. Cuando hace cuatro años falleció su padre, su madre regresó a Valdepeñas, a sus raíces, y ella la visita con mucha frecuencia. Le duele que el único futuro que tenga ahora la gente joven valdepeñera sea vivir con la maleta, salir a ganarse el jornal. “Que es muy digno, pero hay que buscarles algo más”. Se puede generar empleo con el turismo rural o con cooperativas de productos autóctonos. “La base está ahí, pero hay que potenciarla”.

Tenía diez años cuando se trasladaron a la capital y comenzó una merecida nueva vida para sus padres, lejos del agotador bar. En esos primeros años de su adolescencia agradece el apoyo incondicional de su hermano mayor, Manolo (como no podía ser de otra manera) con el que se lleva 16 años y que había creado su propia empresa, en la que dio empleo al padre y su madre pudo por fin descansar. Con la repentina muerte de su otro hermano, Nino, él fue un puntal muy importante para todos y los ayudó a salir adelante.

Trabaja desde hace 22 años en la empresa familiar que creó su hermano Manolo hace 40 años, Copyservic, y desde hace siete está al cargo de la gestión. Tiene un don de gentes natural que contagia optimismo. En su negocio prima el trato cercano con los clientes, desde el encargo con más presupuesto, hasta la fotocopia del carné de la abuela. Todos son igual de importantes para ella. “El trabajo me aporta mucho; el mostrador me encanta”. Ilusionada con un nuevo proyecto en la zona de la Universidad, confía en abrirse camino con la nueva copistería recién abierta. La clientela está ahí, solo hay que atraerla. Que no es poco.