Tierra prometida: Gas para hoy, hambre para mañana

Por Nuria López Priego 
Hay personas que, tal vez, por la sonrisa con la que acompañan su saber estar en el mundo o por el entusiasmo que transmiten cuando hablan y la vehemencia con la que actúan, tienen el admirable don de encantar a quienes los rodean y también a quienes, sin conocerlos personalmente, siguen sus trabajos.

    24 abr 2013 / 18:17 H.

    Este es el caso de pastores del psicoanálisis, como Jacques-Alain Miller; escritores, como Martin Amis o Salman Rushdie, y cineastas, como Alain Tanner, el octogenario Jean-Luc Godard, el inquietante Terrence Malick o Gus Van Sant, un tipo con el que, durante y después de la mayoría de sus películas, dan ganas de tomarse una cerveza y después dos y tres y todas las que hagan falta en el último bar que haya abierto del lugar más recóndito del planeta. O más cerca, incluso. Creador de una filmografía con altibajos, el director de El indomable Will Hunting (1997) o de la laureada Elephant (2003) tiene la capacidad de hacer pensar, de despertarle preguntas y, sobre todo, de filmarlas con ritmo, alternando el toque comercial para “llegar a todos” con ese aire independiente que introducen canciones como las que componía Elliot Smith o la filmación sobre raíles de las casas que se suceden en no importa qué calle de un pequeño pueblo de mala muerte en el que sus habitantes están dispuestos a jugarse toda la esperanza a la casilla, no ciertamente ganadora, de la extracción de hidrocarburos. Este es el argumento de Tierra prometida. Una cinta cuidada al detalle, con un reparto excepcional, que encabeza un siempre solvente Matt Damon y la sin par Frances McDormand, y un guion inteligente y de candente actualidad que pone en entredicho esa nueva burbuja especulativa que es el fracking. Una técnica que acumula una avalancha de permisos de investigación en España —algunos, de hecho, en esta provincia— y que permite la extracción de petróleo o de gas del subsuelo con efectos medioambientalmente peligrosos, como denuncian los ecologistas y también la película de un cineasta que evita el término medio en el que, según Aristóteles, estaba la virtud. No hay objetividad en Tierra prometida, solo un timo que comienza sobre los propietarios de los terrenos que la compañía extractora pretende explotar y continúa, después, sobre los propios ejecutantes de ese fraude. Ese es, sin lugar a dudas, el principal valor de esta cinta y, en general, de las que dirige Gus Van Sant, que sus personajes son como cualquiera de los hombres y mujeres que caminan y sobreviven en este mundo hostil; que no solo están en lucha con lo que les rodea, sino también consigo mismos y, en realidad, en su interior, se libran las grandes batallas, las que son capaces de cambiar y hacer avanzar las cosas cuando todo parece determinado. 
    Tierra prometida
    EE UU - Año: 2012 - Director:  Gus Van Sant                
    Protagonistas: Matt Damon, John Krasinski, Frances McDormand