Tertulias

Miguel Ángel López Hernández desde Baeza. Son las plazas de los pueblos de nuestra provincia, verdaderas herederas de aquellas celebérrimas ágoras en el que la opinión popular se alambica en fructíferas tertulias. Paisanos que aportan su parecer y hacen comentarios de lo más variopinto, quizás ponderando con una sensibilidad no contaminada ante esa acostumbrada parcialidad.

    31 ene 2013 / 18:21 H.

    Se habla del campo, se miran las necrológicas, se comenta con sabiduría y gracejo popular las noticias, la política, la religión, lo divino, lo humano y los sucesos que le van a la zaga. Se discute con entusiasmo, se argumenta a veces con conocimiento de causa imbricado con episodios de ingenuidad inconsciente para atraer a los participantes al terreno de la conmoción. Elocuencia que involuntariamente oscila desde el estilo de la sacristía hasta la contundencia de los manifiestos más renovadores en medio de aprobaciones y rechazos gesticulares, no sin antes omitir alguna expresión que contenga la palabra Dios. Tirios y troyanos, seguidores y detractores con matices, apologistas y contrarios, reconciliadores, enteraos, oscilantes, ignorantes solemnes, gentes que han aprendido a callar sin que les silencien, y observadores, que apoteósicamente afirman con impostación ex cátedra, algo que a todos convence y armoniza: he aquí al Séneca. Todo lo citado me trae a la memoria y a colación algo que dijo Pío Baroja sobre las siete clases de españoles, reflejo de los Pecados Capitales, en una tertulia del Nuevo Café de Levante: 1) los que no saben; 2) los que no quieren saber; 3) los que odian el saber; 4) los que sufren por no saber; 5) los que aparentan que saben; 6) los que triunfan sin saber y 7) los que viven gracias a que los demás no saben. Termino diciendo ¡viva la tertulia!