Terrorismo de estado

Desde mi condición de observador del activista anhelado en mis adentros, el pasado viernes visité una 'iglesia del consumo' de mi barrio, estaba abarrotada de 'fieles'.

    13 mar 2012 / 11:51 H.

    Pensé hay que ver cuanta abundancia de todo, se concentra aquí; estos “judíos” lo tienen bien montado, qué organización, sus “iglesias” están siempre llenas. En ese momento me acordé de esa madre desesperada, que ese mismo día, sin pudor y con coraje se asomaba a la ventana que es Diario JAEN pidiendo comida para su hija de 14 años. Mi recuerdo, hecho jirón, fue también a esos jóvenes entre 14 y 17 años, de aquí de Jaén, que noche a noche, los vemos que buscan comida en los contenedores de basura y a esos abuelos que se acuestan sin cenar para que puedan comer sus nietos. ¡Oh Dios de las tres culturas: qué somos nosotros! Qué está pasando. En la posguerra, en los años del hambre, en la escasez, el campo era la gran despensa y, los ricos tenían la llave bien guardada: nadie podía coger nada: lástima del que lo “hiciera” y lo pillaran. Hoy, en la abundancia de la sobreproducción, “las catedrales y las iglesias del consumo” ofertan sus productos a los que pueden pagarlos. Hambre, el mismo nombre con el mismo apellido. No podemos ser impasibles con una sociedad extremadamente organizada en normas, leyes y derechos fundamentales dirigidos falsamente a las personas y que privilegiadamente defienden a los grupos de poder establecidos. Cabe decir alto y claro que en este país de las Españas el hambre es  terrorismo de estado perpetrado por los gobiernos que castiga a millones de víctimas excluyéndolas del sistema. A revelarse estúpidos que hace dos días, todos, juntos y, hasta revueltos comíamos y bebíamos. José María Morillas es comerciante