Terrorismo

Fernando Cuesta Garrido/Desde Vitoria. Los comicios vascos se encuentran a la vuelta de la esquina. Restan apenas un año para que los ciudadanos de la comunidad vasca acudan a las urnas ejerciendo su derecho y responsabilidad democrática.

    12 jun 2012 / 11:12 H.

    De nuevo, el examen se va ha llevar a cabo. La sociedad del País Vaco va a emitir el voto que decide quién va llevar las riendas de este país. Se elegirá un nuevo Gobierno que va a tener ante sí una situación muy difícil, no ya en el ámbito económico, si no también en lo realtivo a la conviviencia. La desaceleración de la amenaza terrorista ha de ser gestionada de una manera muy eficiente y, sobre todo, con una gran sensibilidad hacia quienes han sentido de manera directa el azote terrorista. Las encuestas nos hablan de una victoria nacionalista y en concreto de la agrupación Bildu. Una victoria que, de hacerse realidad, sería un gran retroceso para la normalización en el País Vasco. Ejemplos ya los tenemos con gobiernos de Bildu en San Sebastián y la Diputación de Guipuzcoa. De confirmarse algunas encuestas habrá que señalar que la sociedad vasca no ha transitado por el camino de la sensatez. Se podría decir que sufre de un mal de muy difícil cura. Si después de que la banda ETA haya cometido más de ochocientos asesinatos y haya pisoteado el sistema de libertades que un sector importante de la ciudadanía de su confianza a quienes no hayan condenado toda esta barbarie, como es Bildu, la sociedad se encuentra enferma. Nadie puede explicar que unos ciudadanos confíen en unos personajes que comparten medios y fines con la banda ETA. Bildu es una formación que ha seguido los pasos de la ilegalizada Batasuna. Son los mismos, pero con el disfraz que tuvo la habilidad de engañar al Tribunal Constitucional, o pareció engañarle. La democracia no puede permitirse que una formación que no defiende el más elemental principio del hombre y que es el respeto a la vida pueda sentarse en un lugar reservado a todos los que apuestan por la libertad. El Estado debe emplearse en profundidad para sacar a todos aquellos que tratan de dinamitar el sistema de libertades. Aquí no valen estrategias ni cálculos electoralistas. Un país que quiera ser respetado debería tener claro que quienes no cumplen con las normas establecidas han de ser expulsados democráticamente de los lugares reservados a quienes la respetan. Este país se lo debe a todas y cada una de las víctimas del terrorismo. A todas y cada una de las víctimas de ETA.