También les gustará lo bueno

Me lo contaron y desde entonces he hecho lo mismo en bastantes ocasiones. Decían que siendo Fidel Castro presidente de Cuba y estando un grupo de compatriotas escuchando absortos su interminable intervención, oyen la siguiente frase: “Mientras yo sea presidente nadie se acostará sin cenar”. La reacción fue instantánea: “Yo no he cenado”. El mandatario encontró una facilísima solución: “Pues no te acuestes”. Y esto con apariencia de chiste pero que encierra el populismo más real, ha pasado de hacerme reír a preocuparme seriamente. Estamos siendo invadidos por mensajes de telepredicadores que encuentran el terreno abonado en el descontento de algunos y que acompañan los mismos de una puesta en escena parecida a los cantos de sirena que atraían a Ulises para desviarlo de su meta, Ítaca. Pero hay que volver a la realidad. Poner las ideas sobre un papel es fácil y convencer a cierto tipo de electorado que se encuentra descolocado en momentos de dificultad, más todavía; sin embargo, la honradez, esa virtud que tanto echan en falta en los demás, debe estar por encima de su afán de protagonismo y de su endiosamiento. Y esto se demuestra no mintiendo. Que se dejen de ir de pobres. Lo importante no es gastar poco ni mucho, sino gastar lo que cada cual se gane honradamente de la forma que mejor le parezca. Nunca seremos iguales ni siquiera teniendo el mismo punto de partida. Que se dejen de publicar penurias como atrayente de votos. La verdadera pobreza, la que dejaba las abarcas vacías de Miguel Hernández y la que sigue haciendo lo mismo con millones de personas, merece el máximo respeto. Su teatro y las quejas de quienes no recogen porque jamás sembraron, merecen todo lo contrario. Estaría bien ir cambiando de vida si sus aspiraciones siguen siendo gobernar algún día. Ya verán que a lo bueno tardan poco en acostumbrarse. Por consideración a las invitaciones que recibirán de otros altos mandatarios, coman y beban como es debido; solo faltaría que tuvieran que ir a buscar el menú de seis euros en el bar de la esquina. Demagogia, no.