Talismanes de verano

Con solo hojear estos días Diario JAEN, se imponen las imágenes de grupos felices que posan en cualquier lugar abierto a la exaltación de la luz. El sol vuela de página en página y parece escurrirse entre las pieles desnudas para abrir sonrisas y manos que saludan al fotógrafo, transmitiéndonos la idea de un tiempo libre convertido en una dicha que quiere perpetuarse en las páginas del periódico. Los retratados han encontrado tal vez el mejor recordatorio de un verano, multiplicado para siempre por este diario, en el que afirmaron el placer del ocio y del encuentro.

    20 ago 2011 / 10:24 H.

    Pero otros veraneantes con menos paciencia buscan su souvenir de verano inventando hazañas de juguete, como esos animalizados turistas de Lloret de Mar que tuvieron sus minutos de gloria exhibiendo la única capacidad de la que parecen gozar: la de emborracharse para destruir. Aunque lo más frecuente es que se tienda a materializar la excepción que suponen las vacaciones con algún objeto también de excepción. Este objeto-recordatorio debe ser algo relacionado con el lugar donde el turista vivió su arriesgadísima épica de chiringuito o su aletargamiento de hombre de agosto. Por ello, el souvenir suele evocar lo local y ofrecer algún perfil sorprendente o metafórico.  Así el toro o los muñecos vestidos de flamenco, incluso el sombrero mejicano, serán los testigos de que el turista descubrió una tierra de pasión que queda resumida en esos objetos totémicos.
    No obstante y dado que, por más voluntad que se ponga, el turismo es gregario y las posibilidades de sorpresa o aventura son más bien ridículas, hay que suplirlas con algo más modesto, como cerámica grabada con leyendas –“Yo estuve aquí”, “Yo amo a Marbella”- o con artículos de todo tipo que suelen destacar por una cursilería salida de místicas ensoñaciones –caso del souvenir religioso-, o por todo lo contrario, la osadía sexual y el descaro provocador. De esta última índole son los talismanes de verano que han proliferado estos meses en la Toscana: delantales de cocina que llevan estampado el torso o el sexo del David de Miguel Ángel o calzoncillos que exhiben una descomunal torre de Pisa, justo en la parte que tapa al falo.
    El obispo y el alcalde de Pisa están emprendiendo una cruzada contra estas prendas que juegan con el sexo. Las tachan de mal gusto, de herir la sensibilidad.  Y es verdad que son horteras, pero también que todos los souvenirs rozan el feísmo ñoño o extravagante. Es la obligación de estos fetiches de verano. Para eso están, para recordarnos que en los viajes estivales lo único que se descubre es la densidad humana que puebla playas y museos. Mejor, entonces, no llevarse nada de sitios así y mirar sin ira a estas ropas de caricatura que se ríen de sí mismas y de las bobas pretensiones de los otros talismanes para turistas.   

    Salvador Compán es escritor