Suerte y al toro

Seguramente mi caso no es el único, pero lo que he sufrido con las obras del tranvía no tiene perdón. Como tenía que cruzar Jaén de un lado a otro para ir al trabajo no había manera, era obvio que todos los días me pillaba la obra por algún sitio. Para colmo de males no era de las personas que creyera de principio en el proyecto, por lo que todo el proceso me resultaba especialmente antipático.

    17 jun 2011 / 09:10 H.

    De hecho, estaba metido en uno de sus atascos de antología cuando fui testigo de cómo metían una de las máquinas en los carriles y ni eso me emocionó. Y les aseguro que he sido muy de tren, primero de la marca Payá y luego Ibertrén, que con eso lo digo todo. Pero no, no me inquietó, ni incluso cuando lo vi en funcionamiento en pruebas con gente, de hecho me crucé con él dos veces en Paseo de la Estación y no sentí nada. Por eso cuando el ahora alcalde Fernández de Moya decía que levantaría las vías del tranvía yo ya me veía feliz, porque una obra tan grande (y que nadie duda que ha modernizado, engrandecido y transformado Jaén) se convirtiera en pasto de las llamas y que mi coche volviera a su inicial protagonismo me sonaba como un coro de ángeles. Conocí a Fernández de Moya cuando recorría la Universidad con su cara de ganador, siempre ha sido un ganador, y cuando era más complejo presentarse como el radical neo-liberal que ahora dice ser. De la misma manera que sé que no arrancará las vías es seguro que le irá bien de alcalde, al menos tiene un equipo con experiencia, que con sus aspiraciones ministeriales y consejeriles, consecuentemente, no podrá hacer muchas de las cosas que ha jurado. Porque la ciudad (y sus polígonos industriales) no está para muchos experimentos y, además, ya no hay posibilidad de tirar de los constructores y empresarios amigos como motor del supuesto desarrollo. Para colmo el alcalde tiene que atender a los barrios periféricos que le han terminado por dar esos votos de más y que de alguna manera le pueden venir pidiendo lo que decía que haría, aunque en un corto plazo no será así. Tiene, además, que esperar a que en Sevilla y Madrid haya un cambio en las próximas elecciones autonómicas y nacionales a su favor, que le permita acceder a unas cuentas, ayudas y auditorias que le dejen gobernar sin mirar de reojo una caja que los 12 años de gobierno del PP y el posterior de Carmen Peñalver han dejado muy mal. Todo esto me hace sospechar que Fernández de Moya lo tiene que hacer bien, quiera o no quiera; yo le deseo lo mejor, sin duda, y que la Virgen de la Capilla que parece que le iluminó durante la campaña sea un recuerdo de que tiene que gobernar para un ciudad difícil, compleja e ingrata.
    José Luis Anta es profesor universitario