Subida de impuestos, pero también austeridad en lo público
Con tibieza, pero con declaraciones expresas, como las del ministro de Fomento, José Blanco, a modo de globos sonda, el Gobierno se plantea una subida de impuestos a las rentas más altas. La ministra de Economía, Elena Salgado, no fue tajante en su comparecencia ante la Comisión de Economía y Hacienda del Congreso de los Diputados.
No obstante si dejó claras algunas de las intenciones del Ejecutivo. Por ejemplo, y aunque todo esté supeditado a la presentación de los Presupuestos Generales del Estado, subrayó que “todo está sujeto a revisión”. En teoría, y dando por generales las particulares ideas de Blanco, el Gobierno estudia presionar más a las rentas más altas, aunque haya que perfilar la mejor manera de hacerlo. De hecho, la propia Elena Salgado no dudó en criticar el Impuesto sobre Patrimonio, porque no cumplía la finalidad para la que se diseñó y porque, además, “afectaba más a las rentas medias”. Y este es un asunto relevante porque no sería la primera vez que un mecanismo tributario destinado a un sector concreto de contribuyentes acaba por afectar a otra parte de la población. Por este motivo, y aunque se matice que sólo repercutiría en las rentas más altas, causa tanto recelo en el común de los pagadores a Hacienda cualquier anuncio de subida de impuestos. Por otro lado, y a tenor de la situación económica del país, cada vez se hace más necesario un ajuste en el gasto público. Cada euro debe tener una justificación y la austeridad tiene que regir la decisión política no sólo en el Gobierno central sino también en las comunidades autónomas acostumbradas a gastar sin mucha fiscalización y en asuntos perentorios que ahora deben relegarse a un segundo plano. Precisamente, en esta coyuntura, en la que entra menos a la caja de caudales del Estado, las autonomías tienen que revertir parte de sus ingresos para financiar política que afectan a todos por igual.