Suárez y el reconocimiento a una figura clave de la democracia

Con el fallecimiento de Adolfo Suárez vuelve al debate público y político la Transición, como una etapa fundamental en la historia democrática de este país. Y en ese capítulo fundacional la figura de este hombre tranquilo emerge de manera gradual hasta nuestros días. Solo con la distancia del tiempo y el debate político, la sociedad española pudo entender y reconocer la función ejemplar que cumplió Suárez para el futuro de España. Defenestrado por su propio partido y con todo el ardor guerrero de la oposición, pilotó la transición desde el tardofranquismo, del que él formó parte, incrustado en la estructura del Estado hasta propiciar una nueva Ley de Partidos que diera paso a que todas las sensibilidades tuvieran su opción en las urnas. Algo tan simple, pero que, sin embargo, propició que la incipiente democracia corriera un  peligro real. Sus llamadas al consenso, a integrar a toda la izquierda española en los nuevos tiempos, le valieron la animadversión manifiesta de los que le consideraban “suyo”, al tiempo que hizo desconfiar al resto de que sus intenciones fueran realmente tan democráticas. Pero en precario equilibrio fue como logró poner cimientos y forzar acuerdos que a la postre fueron determinantes para dotarnos de una convivencia democrática. Algo que la historia no nos había permitido hasta el momento. De ahí que se coincida en que con Adolfo Suárez se va un hombre de Estado. 

    23 mar 2014 / 23:00 H.