Stultorum infinitus est numerus
Dijo el sabio Salomón: 'El número de tontos es infinito'. Según este aserto nadie debería enfadarse. La palabra tonto procede del latín attonitus, 'quedarse pasmado o espantado'. Similar significado tiene 'estúpido', del latín stúpeo, stupere, stúpui, 'sentir estupor, quedar maravillado'. No es complicado experimentar tal sensación.
Basta con sentarse a ver las noticias y oír a Rajoy decir que “España es un país solvente”, que “España tiene gente preparada para salir de la crisis”, que “España tiene una alternativa, que yo dirijo, responsable, que tiene un programa y que sabe lo que España necesita” para quedar maravillado. Hay, sin embargo, una diferencia importante entre el tonto y el estúpido. Escribe Félix Duque: “Para ser estúpido hace falta estar muy poseído de sí mismo, y no de nada ajeno como le pasa al tonto”. En ese sentido yo sería el tonto y el señor Rajoy el estúpido, pues en su caso la vanidad (íntimamente relacionada con la estupidez) lo embriaga hasta el punto de considerarse el salvador que este país, hundido en las profundidades del averno, necesita. En la emisión del programa “Buenas noticias”, del 10-07-2011, un religioso decía que “Dios tiene un plan para esta crisis”. Quedé atronado. Los resultados del “Test de estrés” realizado a los bancos concluyen que el sistema financiero español es solvente. Suponiendo que el sistema financiero español fuera solvente, ¿indicaría que España es solvente, como asegura Rajoy? La evidencia demuestra que la solvencia del sistema financiero está directamente relacionada con la insolvencia de los ciudadanos. La experiencia canta: el capital tiende a colocar sus inversiones en aquellos países más debilitados estructuralmente y cuyos ciudadanos posean la mínima cantidad de derechos laborales, condición que asegura la obtención de mayores beneficios a menor coste: suelo barato, bajos impuestos, salarios esclavistas, despido libre, etcétera. Parece que lo que menos necesita el capital es un Gobierno fuerte, a no ser que entendamos por fortaleza la protección de los intereses financieros y la represión de los ciudadanos en las peores condiciones de vida. Otra característica asociada a la estupidez es la ineficiencia. La empresa española tira a la basura las millonarias inversiones de la UE en la formación de trabajadores, pues en vez de enfocar sus esfuerzos hacia otras líneas de eficacia y productividad, toma la decisión más drástica: ahorrar gasto en trabajadores. Ante tal situación, y para que no nos llamen tontos en nuestras narices, ¿no deberíamos tomar precauciones antes de entregar nuestra confianza a mesías absolutamente estúpidos?
Guillermo Fernández Rojano es escritor