Sobre prosa y reglamentos

Reconozco que el hecho de observar  con deleite la glotonería que exhiben los políticos ante su propia descomposición me convierte en un pervertido, al mismo nivel de todos aquellos que critican el artefacto descomunal de la UE: ese algo multidimensional, opaco, ácido, contrario a la vida fresca y alegre de los seres tributarios, pecheros de bien, convertidos a la fuerza en feligreses resignados, siervos rendidos, masa corroída por una historia que la ha ido envolviendo en gruesas capas de un moho humanístico y metamorfoseándose, por medio de reformas, pactos religiosos, contrarreformas, revoluciones y contrarrevoluciones, hasta inspirar a estos nuevos reformistas neoliberales que tratan de hacernos comprender que los seres humanos nos comportamos mejor como esclavos que como ciudadanos, que producimos más sin respirar,  o solo lo justo para legitimarlos a ellos como ejecutores de las normas más inimaginables en nuestra contra, obligándonos, además, a que nos sintamos ciudadanos europeos.

    02 may 2014 / 22:00 H.


    Pervertido aquel que repruebe las restricciones obsesivas de un grupo de alucinados iluminados ayudado por tecnócratas reprimidos, comisarios, directores generales, secretarios, presidentes, y una caterva de politiquillos defenestrados que caen hacia arriba, cuya única finalidad es cercar al universo, regular hasta la última frecuencia del pedo más insignificante del más insignificante de sus siervos.
    Mi perversión se confirma cuando, en mi ofuscación antipatriota, me descargo, vía internet, la normativa europea en relación a los pepinos (Reglamento número 1677/88 de la Comisión). Por ejemplo, los artículos 2 y 3 se dedican a modificar el Reglamento de 1969. Artículo 2 dice: “En el artículo 1, se suprimirá el segundo guion”. Artículo 3: “En el apartado 2 del artículo 1, se suprimirán los términos “y pepinos”. Pasemos a las normas de calidad: “Los pepinos de Calidad I deben ser de buena calidad. Deben haber alcanzado un desarrollo suficiente, estar bastante bien formados y prácticamente rectos (altura máxima de arco: 10 milímetros por cada 10 centímetros de longitud del pepino). En la categoría II puntualiza que “los pepinos ligeramente curvados pueden tener una altura máxima del arco de 20 milímetros por cada 10 centímetros de longitud del pepino”. ¿Les transcribo las normativas referentes al líquido donde se sumergen los champiñones?, ¿el reglamento para las dimensiones mínimas de los preservativos?, ¿cómo deben comportarse las aves de corral, los dentífricos, las compresas, los guantes de jardinería, las prótesis dentales? Reglamentos impuestos, en su mayoría, por los 15.000 lobbies instalados en Bruselas.
    El hecho de comprobar que miles (entre 20.000 y 40.000) de siniestros funcionarios y políticos se dedican a meternos los reglamentos doblados y sin anestesia, es aliviado por la prosa administrativa utilizada, que hace gemir las almas de las criaturas de los avernos. Me gustaría saber si hay un solo giennense —de los que van a votar en las próximas elecciones europeas— que haya leído las 340 páginas de la Constitución Europea. A quien no lo haya hecho, le impongo como penitencia que lea la EUR-lex: un compendio, descargable gratuitamente, de 1.500.000 documentos donde se recogen todas las normas legales de la UE. Que Dios lo perdone.