Sin novedad en el frente

En épocas convulsas es cuando las personas necesitan más apoyo para no derrumbarse. Estamos en unos momentos que algunos medios describen como apocalípticos, cuando en realidad son una suma de grandes descalabros que afectan a demasiados países. No hay guerra mundial, no hay pandemia, en esta época histórica el neoliberalismo nos devora estableciendo unas desigualdades brutales que hacen tambalearse a cualquier sistema, hasta al capitalista. Pero este sistema no es divino, es humano, y por tanto puede cambiarse.

    17 ago 2014 / 22:00 H.

    Ahora bien, ¿por qué no lo cambiamos? Hay demasiada pereza, demasiado miedo, demasiado inmovilismo, y la queja por si sola no sirve para nada, son los hechos los que se imponen. Ante el desconocimiento de que somos nosotros los que tenemos que salvarnos o no nos salvará nadie, la gente deposita todas sus esperanzas hasta en las estampitas de la virgen. Las expectativas son malas, y hay que asumirlo, porque sólo existe un hoy que vuela y cada día perdido es una oportunidad que se escapa. El sentimentalismo aniega las redes sociales, las conversaciones. Es como si estuviéramos despidiéndonos constantemente de la vida. Pero no idealicemos el pasado, porque el pasado fue peor. Hay que ser más duros, más fuertes, tenemos más medios para sobrevivir que para morir, y el futuro se cocina en nuestras mentes cada día que sale el sol. No rendirse jamás es la clave de todo. Y los políticos lo saben. Los decretos que se están publicando, y los que se anuncian para este otoño-invierno, inciden en la miseria y el miedo. Este gobierno se irá pero, ¿se derogarán los decretos? Lo dudo, son de enorme utilidad política, y no importa quién esté en La Moncloa.
    Gobernar con una población encarcelada o anestesiada debe ser el sueño de todo político. Tras las elecciones y la confirmación de la continuidad monárquica no hay nada nuevo en nuestro país que nos haga pensar en cambios significativos, realmente históricos. Resulta incomprensible que hasta los mendigos acepten un estado de cosas que los mata lentamente.