Sin esperanza a los cincuenta
Espera sentado en un banco, junto a la Escuela de Arte José Nogué, antes de contar su historia a Diario JAÉN. La imagen de José Alcalá Ballesteros dejando la tarde atrás (otra más desde 2008) “habla” mejor que cualquier análisis: cunde la desesperanza para los parados con cincuenta años. Enfrentan demasiadas brechas: la tecnológica, la formativa y hasta la social, pues señala que hay cierto estigma cuando se está desocupado con cinco décadas de vida. Nada le molesta más que le digan que no quiere trabajar. “No soy un vago”, expresa Alcalá Ballesteros.

El jiennense, emigrante en Figueras (Gerona) desde los diecinueve hasta los cuarenta y cinco años, ve cómo las cosas que consiguió en el pasado carecen hoy de valor y no “cotizan” con vistas al futuro: más de dos décadas de ocupación en una fábrica dirigida por un suizo, que lo dejó sin finiquito; un Graduado Escolar que logró cuando dejaba a un lado la faena en el olivar y que no “llega” para la ESO y años de esfuerzo y educación para sacar adelante a sus tres hijos. Alcalá subsiste gracias a la ayuda de su madre, que vive en un piso humilde. “He echado currículos por todos lados. No he dado un solo jornal en cinco años”, lamenta. Su única tarea ahora es realizar un curso de carpintería de aluminio por el que recibe trescientos euros al mes. “No es nada. Solo me sirve para distraerme. Llevé grúas de ocho toneladas y hormigoneras industriales. Y sin formación”, recuerda. Cobró la Renta de Inserción Social de la Junta de Andalucía en 2012 y en 2014. No tiene, a fecha de hoy, más esperanza que volver a recibir el subsidio social a finales de año. Será la última vez. “Solo la conceden tres veces en años no consecutivos. Cuando no la dan, ¿no tenemos derecho a comer?”, sentencia.