Sin cuerpo para fiestas del Trabajo

La fiesta del Día del Trabajo tendría que haberse suspendido. Un buen organizador sabe cuando un escaso aforo no podrá costear los gastos de taquilla. Más de cuatro millones y medio de parados no tienen el cuerpo para algarabías callejeras ni discursos florales. Pero junto a este ejército de currantes errantes están los todavía afortunados que, aunque con trabajo, cambian de acera por el temor que infunde una oficina del INEM, un lugar que tiene algo de secta, porque una vez dentro es muy difícil escapar.

    30 abr 2010 / 18:08 H.

    Y es que a este lado de la calle tampoco hay tranquilidad, máxime cuando se escucha decir al Gobierno que no se llegará a los cinco millones de parados. Analizadas las anteriores predicciones, y dada la credibilidad como futurólogos de los secretarios de Estado de turno, ya sabemos cual será el próximo pico estadístico que alcanzaremos. Es evidente que el cuerpo no está para saraos por más reivindicativos que sean. Además, si a la dureza de la cifra de desempleados unimos el lacónico “se espera un cambio de tendencia”, nos adentramos en los pantanosos terrenos de las creencias. Y la fe antes movía montañas, pero ahora el rebaño anda descreído de un gobierno aturdido por los golpes y de una oposición que, mientras se lame heridas sangrantes, espera complaciente a que el adversario bese la lona sin dar un paso al frente. ¿Dónde se compran estadistas? En plena tormenta nuestros líderes y agentes sociales deciden el camino, Alemania, en su refugio del euro, juguetea con Grecia, como el gato y el ratón sin escapatoria. Dicen que pasadas las elecciones alemanas, el plan de rescate se aprobará, Grecia recuperará la respiración y países como el nuestro recobrarán el color, que no el paso. Juran los especialistas que ni de lejos estamos en la tragedia griega, pero como nos empeñemos, la bordamos. A la espera de que ese efecto mariposa bursátil llegue hasta la cola del paro, estaría bien que tuviéramos un plan para el mañana. Porque la esperanza, aunque es lo último que se pierde, no cotiza en bolsa.
     

    A este estresado Chaplin de "Tiempos modernos", en metáfora de la crisis del 29, siempre le pedían más sacrificios laborales.Después de curarse mentalmente, y cuando el crack económico no dejó empresa en pie, se recolocó como cantante.

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