Sierra de Andújar. Un triángulo perfecto para la supervivencia animal

Texto:IRENE BUENO VALDIVIA / Fotografías: RAFAEL CASAS
Describe un triángulo equilátero casi perfecto sobre el mapa físico. Es un polígono repleto de vida y último reino de príncipes como el lince o el lobo ibérico, que encuentran en estas cañadas su reinado indiscutible. El paisaje alomado y suave de Sierra Morena, sin grandes estridencias, surca la provincia de Jaén, recorre Córdoba y Sevilla, alarga su mano hasta Huelva y, como en un abrazo, salta hacia la línea meridional de Ciudad Real, en Castilla-La Mancha.

    09 sep 2012 / 09:37 H.

    Pero es en tierras jiennenses donde la naturaleza alcanza cotas de riqueza inimaginables. El Parque Natural Sierra de Andújar es un ecosistema en sí mismo en el que conviven con pacífica complicidad el monte mediterráneo y las dehesas, los picos más escarpados del extremo norte y los densos pinares del sur. Se puede decir que constituye el área de bosque y matorral mediterráneo mejor conservado de la provincia.
    Sus casi 75.000 hectáreas de terreno protegido abarcan los municipios de Andújar, Baños de la Encina, Marmolejo y Villanueva de la Reina, si bien es el primero de ellos el que da nombre al parque.
    Arroyos y ríos confieren vida a este espacio,  que llegan a su esplendor máximo en el otoño, con la época de la berrea de los cérvidos, y en la primavera. Se podría decir que el espacio natural está enmarcado por los valles que describen el río Jándula y el Yeguas. A ellos se suman otros muchos arroyos y aguas de escorrentías que discurren con alegría, los años de precipitaciones medias, a partir del otoño y hasta la primavera. Ayuda a contener estas aguas, abrevadero y despensa indiscutible de buena parte de las especies animales que habitan en el parque, los embalses del Jándula y El Encinarejo. A los densos pinares se suman la encina y el alcornoque, en forma adehesada, y en las cotas más altas, el quejigo. Todo ello salpicado con arbustos aromáticos como la jara, el romero, la lavanda y el tomillo, entre otros.
    Entre esta vegetación resaltan unas curiosas formas de granito, erosionadas por el paso de los milenios y que en la zona se conocen como “bolos”. Estas rocas sirven de abrevadero de agua para los animales, especialmente para el ganado bravo que pasta en las fincas adehesadas que se pueden encontrar a ambos lados del camino de La Cadena.
    El parque natural está surcado por multitud de senderos y de caminos que permiten practicar el senderismo o el ciclismo de montaña. El del Junquillo, por ejemplo, posibilita apreciar cómo el aprovechamiento de las diferentes fincas integradas en el espacio protegido contribuye a la alta diversidad de estas tierras. Así, se pueden distinguir a la perfección las lomas adehesadas en las que pasta el ganado de las que tienen un uso cinegético y, por lo tanto, presentan un abundante y denso matorral que da cobijo al jabalí, el ciervo, el gamo y otras especies de caza menor como la perdiz o el conejo. Es precisamente el extenso catálogo de familias animales que moran en el parque uno de los mayores reclamos para los visitantes.
    Incluye carnívoros amenazados como el lince ibérico, del que se conversa la población mundial más importante, o el lobo, que tiene en estas sierras su principal reducto. Es sencillo contemplar el majestuoso vuelo de grandes alados como el águila imperial ibérica, el águila real o el buitre negro. Además, en las profundidades de sus aguas embalsadas se puede disfrutar de la pesca del black bass —una especie que se introdujo hace varias décadas y que no es fácil de encontrar en estos lugares—, la carpa o el barbo.      
    A pesar de todas estas razones, el Parque Natural Sierra de Andújar no es solo naturaleza. La gastronomía, el patrimonio, las tradiciones populares y otros aprovechamientos de la masa forestal completan un mapa de extraordinaria belleza. Así, el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza es reclamo de peregrinos todo el año, pero también son puntos de interés del visitante el Castillo de Burgalimar, de Baños de la Encina, el Balneario de Marmolejo o la Casa Consistorial de Villanueva de la Reina. En cualquiera de estos municipios, la cocina autóctona ofrece auténticas delicias saladas y dulces a los paladares más exigentes.

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