Si yo tuviera una escoba

El Ayuntamiento de Jaén necesita una escoba, de plata, de oro, de bronce o de hojalata, da igual. El caso es que necesita una escoba y está claro para qué. Necesita una escoba para esconder, aunque sea debajo de la alfombra de la mentira, la suciedad que acumulan barrios enteros en los que el civismo y los barrenderos brillan por su ausencia. No es de recibo que una ciudad, en la que encontrar una papelera sea como buscar una aguja en un pajar, aspire a un galardón del que pocas pueden presumir. Es irrisorio que una capital levantada por las obras y decorada por la basura sueñe con un premio que no le llega ni a la altura de la zapatilla.

El Ayuntamiento de Jaén necesita una escoba, de plata, de oro, de bronce o de hojalata, da igual. El caso es que necesita una escoba y está claro para qué. Necesita una escoba para esconder, aunque sea debajo de la alfombra de la mentira, la suciedad que acumulan barrios enteros en los que el civismo y los barrenderos brillan por su ausencia. No es de recibo que una ciudad, en la que encontrar una papelera sea como buscar una aguja en un pajar, aspire a un galardón del que pocas pueden presumir. Es irrisorio que una capital levantada por las obras y decorada por la basura sueñe con un premio que no le llega ni a la altura de la zapatilla.
El problema es que hay quien trabaja con la única intención de ser aplaudido cuando no tiene méritos ni para recibir la consoladora palmadita en la espalda. El equipo de Gobierno, que tantas carcajadas soltó cuando a sus antecesores les recriminaron ostentar el dudoso honor de gobernar la ciudad más sucia de España, no hace más que dar motivos para convertir Jaén, de nuevo, en risa nacional. Con escoba o sin escoba.