Si yo fuera la Infanta Cristina

Dijo que sí, hasta que la muerte los separara. Pero, ¿y si los separa la Justicia? He ahí la cuestión. La Infanta Cristina pasa por una etapa dura y amarga para la que nadie, por muy realeza que sea uno, está realmente preparado. Quiero decir, por ejemplo, que acostumbrada a espantar moscas cojoneras disfrazadas de periodista estará más que acostumbrada, pero una cosa es el revoloteo inevitable y otra el acoso sin compasión puro y duro.

    26 feb 2012 / 10:58 H.

    La Ley es igual para todos. Incluso los duques son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Lo malo es que las escandalosas filtraciones del sumario de estos últimos meses han degenerado en un espectacular juicio paralelo, que ha convertido todo el proceso en un verdadero circo mediático y social. Con hienas, aves carroñeras y todo tipo de felinos como actores secundarios del escenario bajo la carpa. No falta un detalle. En este caso, incluso aunque su esposo sea capaz de convencer a su señoría, el juez José Castro, de que es “no culpable”, pasará mucho tiempo hasta que el buen nombre de la Infanta quede libre de toda culpa. Mancha, que algo queda.  Y no solo el suyo, claro, sino el de una institución como la Monarquía, tan en tela de juicio a la primera de cambio. Tan sencilla de criticar. Facilísimo. Aún más, desde luego, si se tienen unas irrefrenables ganas contenidas de echarle tierra encima, como suele suceder.
    Si yo fuera hija del Rey y tuviera que ver a mi marido delante de un juez, la verdad, no dormiría tranquila. Con el corazón partío entre el gran dilema de seguir a mi esposo hasta el infinito y más allá, con mi familia por montera o, por el contrario, quedarme al margen por completo para salvaguardar a mi otra familia, la Real. Elegir entre lo malo y lo peor, si cabe. El trago es como zumo de cicuta, medicinal o venenoso. De los que no se desean a nadie. Haya incurrido o no Urdangarin en un delito, extremo que comienza ahora a dirimirse en un juzgado (donde debe ser), es inadmisible el linchamiento previo con saña y alevosía. ¿Eso no tiene pena?
    Juana González Cerezo
    Blog Gota a Gota