Como Santo Tomás
Que se vaya Chaves a hacer política a la capital del reino español era hasta entendible, aunque jamás con esta precipitación, pero que se vaya con él su auténtico sostén y mano derecha, es ya harina de otro costal. Siempre se ha escuchado que nuestro paisano reitera por activa y por pasiva que él estaba ahí (en la Junta, se entiende) por Chaves y que cuando él se fuera, él se iría con él. Pero es de esas cosas que no te crees. Hasta que las ves, claro. Y, por ahora, como Santo Tomás, no nos lo creemos.
Mientras tanto, el PP está que se frota las manos y los pies. No es para menos. Ven el camino despejado por una vez en la vida para conseguir lo que no han sido capaces de ganar en toda la democracia: gobernar en Andalucía. Aunque el mérito no será de ellos, si lo logran, sino de los propios socialistas, por lo soberanamente mal que lo están haciendo en este relevo forzoso y forzado.
La cuestión es que aún no se ha escuchado decir a nuestro incombustible Zarrías “ahí os quedáis”, así que el panorama no está tan cerrado como quieren hacernos ver. La alta política se cocina en fogones que queman mucho y de este último potaje de crisis y sucesiones algunos saldrán escaldados. Sé que no estaba en las quinielas, pero Zarrías se merecía ser presidente, pero no interino. Quedarse en el barco y no escapar como capitán canalla, —que a todos embarca y él se queda en la playa—, con una región que se hunde con cerca del 27 por ciento del paro si alguien no lo remedia. Y Jaén, que tendría peso en la Junta, pero que no se reflejaba en infraestructuras dignas, ni inversiones que la sacaran del pozo. Eso es lo que le critica el PP, el único que saldrá reforzado de este drástico cambio de rumbo en el Ejecutivo andaluz después de veinte años de singladura fácil. Demasiado fácil, porque cuando el agua se estanca, acaba por oler mal. Quince días no dan para mucho, pero si yo fuera Zarrías, aprovecharía esta interinidad para dejar en su sitio a los que le han estado incordiando durante estos últimos años con aquello de “¿qué hay de lo mío?”, la frase que más habrá escuchado. A ver a quién van a llorar ahora. Y, lo que es peor, quién vendrá los viernes de visita y rueda de prensa.
Juana González Cerezo