Si yo fuera el año 2014
Lo dijo alto y claro el Rey Don Juan Carlos en su último discurso de Nochebuena, la crisis no acabará hasta que todo el mundo tenga trabajo. Esa es la esencia de la recuperación y lo que se espera con verdadera esperanza de este año que comienza el miércoles que viene. 2014 se vende a los cuatro vientos como el inicio de la generación de empleo, una premisa fundamental en una provincia con más del 40 por ciento de parados, según los datos de la EPA. Pero más allá de espejismos hay que tener claro lo elemental: nada cambiará si no cambiamos nosotros mismos.
El chip no puede ser el mismo que hace cinco años, porque la realidad no tiene nada que ver. Imaginación, creatividad, eficiencia y capacidad de superación. Reinventarse para coger impulso ahora que parece que ya se toca suelo. Pero el salto hay que darlo desde lo individual, sin esperar milagros que ya sabemos que el Gobierno no hace, desde ninguna esfera, ni la local, provincial, autonómica o estatal. La persona como persona tiene la llave. Porque las mimbres están ya puestas. Los empresarios tienen las herramientas que querían, con leyes a su imagen y semejanza, lo último la congelación del salario mínimo a 645 euros por decreto.
Es la hora, inexcusable, de que los bancos abran de una vez el grifo a empresarios y particulares, asfixiados por la clamorosa falta de crédito, sin liquidez para salir adelante. Y en plena polémica por la subasta de la luz es esencial que los costes energéticos sean más bajos para poder ser competitivos. En Jaén, además, con el logro de una Universidad mayor de edad, con veinte años cumplidos, puede y debe ser ese verdadero motor de progreso, más allá de la frase hecha, para lo que fue creada una tarde de verano de 1993. Potencial haberlo, haylo, pero cojea en la necesaria transferencia de investigación a la sociedad, un punto negro del que se es consciente desde la propia institución.
Y un deseo: Que el sacrificio de este año viejo haya servido para algo, no para más de lo mismo.