Si yo fuera cofrade
Una hermandad no es un cortijo, ni la propiedad privada de un grupo de gobernantes que hoy están, sí, pero que mañana no estarán. Y si hay una imagen de la Semana Santa que los jiennenses sienten como suya esa es la de El Abuelo, a la que miran como a alguien realmente de la familia. Sea cual sea su credo. Cuando la cofradía de Nuestro Padre Jesús regresó a su Camarín en el año 2009, después de décadas de prestado en la Catedral, surgió el gran debate social de si debería salir en procesión desde su recuperada sede o desde el mayor templo de la ciudad.
Nadie discute que su casa oficial sea la que es, el santuario de la Carrera de Jesús, pero tampoco se puede negar la grandiosidad de comenzar la procesión —el día culmen del año— desde la puerta principal de un templo que va camino de ser Patrimonio de la Humanidad hacia una plaza amplia y despejada, donde hay espacio para que cientos de jiennenses contemplen ese momento. A veces somos más papistas que el Papa. El Rey vive en la Zarzuela y ese es su hogar, pero para los grandes acontecimientos tiene el Palacio Real. Y no duda en trasladarse allí cuando la ocasión lo requiere. La imagen más grande de la ciudad tiene que salir del templo más grande de la ciudad. Simplemente por lógica pura, más allá de tradiciones e historias para no dormir. Claro que eso solo lo piensa el pueblo llano, inconsciente e inculto, pobres mortales, que no tienen ni idea de lo que significa ser cofrade de esta señera cofradía. Capillitas tiene la santa madre iglesia y los demás, los que solo salen un día al año a la calle a ver procesiones, que hagan eso mismo: ver y callar. ¡Por favor! Que también son hijos de Dios...
El Abuelo no es de nadie. Es santo y seña de los jiennenses, una imagen especialmente querida que ha convertido la madrugada del Viernes Santo en una cita para “nobles y villanos, prohombres y gusanos” como diría Serrat, sin importar las creencias personales de cada uno. Esa es la grandeza de una venerada escultura que pertenece al pueblo de Jaén y así debe entenderse. Los corralitos no son buenos. Tampoco en este nuestro mundo cofrade.
Juana González Cerezo. Blog Gota a Gota