Si yo fuera aceitero
Nadie puede creerse, diría yo que ni siquiera el propio consejero de Agricultura, Luis Planas, el dato del primer aforo de la próxima campaña oleícola. En el sector es un secreto a voces que la cifra de 170.000 toneladas tira claramente a la baja, pero no interesa pregonarlo al viento porque, como es obvio, mientras tanto, el precio en origen del aceite va subiendo, que es de lo que se trata a fin de cuentas. No somos capaces de mirar más allá y en el castigo llevaremos la penitencia.
Quienes tienen puesta su mirada única y exclusivamente en que se pague cuanto más caro mejor y se sientan encima de sus bodegas a esperar que suba, no son capaces de ver que es pan para hoy y hambre para mañana. El aceite de Marruecos ya puede entrar en nuestro país sin aranceles, como si fuese del mismo Jaén, una barbaridad que se ha consentido y nadie ha puesto el grito en el cielo.
Ahora, si yo fuera empresario aceitero, tendría la puerta abierta para plantar olivar intensivo en ese país, con unos costes de producción mínimos en relación con España, y no estaría a expensas de las fluctuaciones que aquí vemos todos los días, por no hablar del negocio de trabajar con unos gastos mucho más bajos que cualquier envasador español y luego vender en el mercado en igualdad de condiciones. La cosecha será corta, pero no todo es catástrofe y ruina. Quienes han sabido usar las ayudas para modernizarse, instalar regadío y apostar por la calidad tienen aceite garantizado. El desajuste evidente llega con el olivar de secano y ahí la brecha sí que será abismal. Pero la media de la campaña, sin ser un cosechón, tampoco será la más baja de la historia. Hagamos apuestas.
Ya va siendo hora de concentrarnos en ampliar el consumo en el mercado mundial, que ni llega al cinco por ciento, y llorar menos mirando al cielo. Cuando los aceiteros se vayan a países cercanos en busca de aceite porque aquí sienten que les roban, será tarde para espabilar. El monstruo está dormido, ya se compra aceite de Grecia, y como no despertemos antes que él, apaga y vámonos.
jgonzalez@diariojaen.es
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