Si los espías en España son noticia es porque algo se hace mal
Ha demostrado, en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados de la semana pasada, que no usó fondos públicos para sus vacaciones, a tenor de la informaciones que han trascendido pese a que fue a puerta cerrada. Con todo, la situación del director del Centro Nacional de Inteligencia, Alberto Saiz, el jefe de los espías españoles, se hacía insostenible por una cuestión de orden interno, si había ruido es que había un problema, si salía en los medios de comunicación es que algo se estaba haciendo mal.
La dimisión o el cese estaban cantados y de ahí que no se haya dilatado más en el tiempo porque el Gobierno sangraba con una de las cuestiones vitales para nuestro país, los servicios de inteligencia, que tan alto rendimiento han prestado al Estado democrático y de derecho en la labor antiterrorista, por citar un ejemplo clarísimo de candente actualidad.
No obstante, sorprende que los propios espías españoles no hayan sido capaces de organizarse internamente, que el ruido que ha llegado a la sociedad española sea fruto de rencillas internas por ascensos y ceses del director dimitido y que, en todo caso, una estructura de ese carácter se convierta en “centro de operaciones” de unos contra otros, cuando lo que pedimos los españoles, y cobran por ello, es que ocupen todo su tiempo en la prevención de todo tipo de delitos que afecten a la ciudadanía. Esa será, precisamente, la labor principal del general Sanz Roldán, el nuevo jefe del espionaje. Ha de enderezar el rumbo de una nave que hace aguas por las filtraciones interesadas a distintos medios de comunicación, sin olvidar nunca para qué fue creado el Centro Nacional de Inteligencia y qué esperamos de él, lo primero que nos sirva eficientemente, y todo ello siempre de la forma más silenciosa posible, que el trabajo de espía no es hacer ruido para que se le note.