Si fuera la madre de Olympia
Impotencia y rabia a partes iguales. Así debe sentirse cualquier madre como la linarense Desirée, que se enfrenta a una orden judicial que la obliga a apartarse de su hija Olympia de cinco años para que vaya a vivir con su padre a Suiza. Total, a la vuelta de la esquina. Para escaparse a verla los martes y los jueves y los fines de semana alternos ¿verdad? No entra en cabeza humana semejante incongruencia, con el agravante de que pesa sobre ese hombre una imputación por malos tratos aún pendiente, porque no ha comparecido a declarar.

A Pacheco lo condenaron en su día por decir que la Justicia es un cachondeo así que hay que huir de los calificativos, pero quién se atreve a responder a la pregunta: ¿Qué clase de Justicia tenemos? Si yo fuera la madre de Olympia preguntaría a esa jueza de la Audiencia Nacional que ha ordenado que la niña sea devuelta al padre qué haría si le pasara a ella. Cómo interpretaría la ley si fuese su hija la que se llevaran a miles de kilómetros de distancia. Recuerda al caso del pequeño que intentó entrar en España oculto en una maleta, después de haber agotado todos los trámites legales con negativa tras negativa. Ahora se cuestiona cómo pudo primar la Ley de Extranjería por encima de la Ley del Menor. Hace falta que la sociedad se estremezca para que desde las instancias competentes se reaccione. Ojalá suceda así para Desirée, que cuenta con un impresionante respaldo de los linarenses desde el primer momento.
El compás de espera es tenso, porque la orden de la Audiencia Nacional obliga a entregar a la niña y no hacerlo supone desacato. De nada sirve que la niña sufra crisis de ansiedad desde que lo sabe, un auténtico calvario por el que nadie debería pasar y mucho menos una criatura que no debe entender nada. O quizá sí, que es peor.
No es posible que haya magistradas tan ciegas. Algo más debe haber que no trasciende. El padre no habla y una noticia sin todas las versiones no deja de ser una historia coja.