Si fuera fiscal contra el maltrato
Las sentencias hay que acatarlas, pero se puede discrepar. Eso pasa a menudo. La gente de a pie critica a sus señorías con más o menos razón y es el pan nuestro de cada día, en una Justicia que en ciertas cuestiones camina años luz detrás de la realidad.
Lo que ya no es habitual es que entre los propios magistrados se tiren los trastos a la cabeza, como sucedió con la polémica sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia que absolvía de un delito de quebrantamiento de condena a un hombre acusado de maltrato por no cumplir una orden de alejamiento. Vamos, que el caballero vivía con su esposa como si aquí no hubiera pasado nada y la fiscal de Violencia sobre la Mujer, Gracia Rodríguez Velasco, puso el grito en el cielo. A quién se le ocurre quebrantar la ley de leyes (y no es la Constitución), esa norma no escrita de que a un colega se le defiende con los ojos cerrados. Pues resulta que ella no los cerró en este caso y le valió el desplante de sus “compañeros” jueces en el acto de imposición de su merecida Cruz de San Raimundo de Peñafort. Los mismos que habían pedido esa distinción en su día por unanimidad no acudieron a la ceremonia. El propio fiscal jefe Carlos Rueda les afeó la conducta. Con el paso de los días y la vorágine de la profesión se acaba pasando página. No en vano, el beso de Gracia Rodríguez al magistrado Pío Aguirre este pasado viernes parecía sellar para siempre el episodio. Bien está lo que bien acaba. La pasión no es un defecto, aunque se utilice para justificar con ella la vehemencia de algunas ocasiones. Hay profesiones que absorben todo tu empeño y tu energía, si es que la vives con la intensidad que requiere. Si yo fuera fiscal de Violencia sobre la Mujer seguiría en la brecha con la misma implicación y dando besos a quien el día de antes me volvió la cara. Para luchar contra lo que lucha esta fiscal hay que tener anchas espaldas y voluntad de hierro, algo que a ella le sobra. Jaén necesita más Gracias.