Setenta y dos céntimos

Las hábiles manos de la doctora Iglesias de Ussel me han devuelto la vista a un ojo que solo miraba a través de la niebla. Pasadas unas horas de la intervención me personé en la farmacia cercana para adquirir las gotas que me ayudasen a recuperar la claridad.

    18 jul 2012 / 17:34 H.

    Era el primer día en que entraba en vigor eso que han llamado copago sanitario y tras mi identificación con la tarjeta correspondiente, este jubilado contribuyó con setenta y dos céntimos a ese nuevo impuesto que permitirá, junto con otros ya aprobados, aumentar los ingresos de la maltrecha caja del Estado, cuando lo más lógico sería disminuir los gastos, sobre todo aquellos que en la mente de todos apuntan al despilfarro y al sostenimiento del entramado de asesores, enchufados, políticos con escasa función pública y otros mecenazgos y canonjías que hasta el momento presente no se tienen bemoles de anular. La carga se cuelga siempre en el cayado del débil y eso conducirá tarde o temprano a una rebelión social nada deseable. Rajoy, que al menos ha tenido la valentía de decir digo donde antes dijo diego, ha de entender el clamor que pide con urgencia una reestructuración del aparato del Estado, limitando el gasto autonómico y suprimiendo tanto órgano superfluo como todavía se mantiene y que supone un cáncer con pocas posibilidades de curación. Solo tendría que leerse y releerse cada mañana el vituperado artículo dos de nuestra Constitución y aplicarlo a todos los actos de gobierno. Sin ir más lejos, cuando acudí a la farmacia antes aludida recordé que los ciudadanos vascos y de alguna otra autonomía no tienen establecido el copago sanitario, por lo que ese artículo dos que nos indica con solemne énfasis que todos somos iguales ante la Ley resulta a cada instante que pasa el mayor fraude que sufre la ciudadanía. Hace unos meses en esta misma página, unos días antes de las elecciones generales que cantaban anticipadamente el triunfo popular vaticiné, sin mucho mérito por mi parte, porque era una cosa sabida, que el nuevo Gobierno debería “proponer un plan nítido de ajuste económico, limitación del gasto y maneras de crear empleo de forma urgente”. Me quedé cortísimo en mis apreciaciones porque la realidad nos está enseñando que los ajustes a aplicar iban a ser más duros de lo esperado. Unos días después, con Rajoy flamante vencedor, volvía a insistir en la situación de emergencia y recordaba que otrora, en los albores de la democracia, los políticos dejaron sus carnés a la puerta del sentido común y emprendieron con los Pactos de la Moncloa un camino de recuperación que nos permitió salir de aquella crisis.

    Julio Pulido es empresario