16 abr 2014 / 22:00 H.
Desde Jaén. El llevar a Nuestro Padre Jesús Nazareno, “El Abuelo”, es algo que creo o al menos, así lo considero yo, el mayor privilegio para un hijo nacido en esta tierra. A muy corta edad, ya tenía muy claro que algún día yo estaría bajo el trono de Jesús. Se me vienen a la cabeza grandes recuerdos de todos aquellos viernes santos en los que siendo un niño, veía todos los años a un puñado de hombres, promitentes de Jesús, hijos de Jaén, ansiosos por estar un año más bajo el trono de “el abuelo”. Juan Galisteo (q.e.p.d.) Juan Castillo (q.e.p.d) Alfonso Medina (q.e.p.d.) Bernabé Estepa, Ángel Villar, Rafael Huertas, Pedro Hernández (mi padre), Manuel Moreno Pérez (q.e.p.d) Juan Moreno Pérez, Rafael y Manuel Hernández (mis tíos) Manuel de la Torre (minuto), Pepe (el viruta), y un sinfín de tantos y tantos hombres de este nuestro Jaén que un día auparon sobre sus hombros a lo más grande de esta tierra, a nuestro padre Jesús. Aquellos viernes santos ya no volverán pero sí que en nuestras manos está el legado que todos estos hombres de Jaén y muchos más nos dejaron no se pierda por el capricho de un hermano mayor y su junta de gobierno. Mi bisabuelo iba bajo el trono de Jesús cuando el viernes santo del año 1934, Emilio Cebrián Ruiz, solicitó llevarlo sobre sus hombros desde la calle Martínez Molina al cantón de Santiago, allí fue, cuando después de salirse bajo el trono, le dijo a delgado Anguita que lo había sentido bajo “El Abuelo”, tenía que plasmarlo en una marcha procesional, la cual es la que hoy día hace sentir un escalofrío a cualquier jaenero en el momento que la escucha, en definitiva, ya hemos perdido muchas cosas, como la antigua candelera eléctrica con las tulipas, como así nos gustaba llamarla a los promitentes de Jesús, con aquellas inolvidables baterías, primero fuera del trono en un carro, y más tarde en su interior, por no mencionar la no menos triste pérdida de aquella inigualable estructura de madera con aquel crujir que todavía suena en mi cabeza, con aquellos varales forrados con tela roja, o como no, aquellas rejillas metálicas en las que algún año que otro, le hice un 7 al jersey que llevaba atado a la cintura, o aquella luz amarilla que iluminaban las entrañas del trono, o aquel majestuoso timbre y no llamador, con el que al segundo nos íbamos arriba con él, como aquel altavoz con el que sentíamos mejor las órdenes del fabricante, en definitiva, por desgracia, todo esto, un día se perdió, por eso quiero, que, bajo ningún concepto, sigamos perdiendo parte de nuestra historia, nuestra esencia, nuestras costumbres y tradiciones. El pueblo de Jaén no puede permitir que tras el trono de nuestro padre Jesús nazareno, “El Abuelo”, suenen otras marchas procesionales distintas al himno que en 1935 el Maestro Cebrián le compusiera solo para él. Estoy orgulloso de haber podido llevar al “Abuelo” con muchas de estas personas que anteriormente he mencionado, pero no sería digno hijo de mi padre, si no lucho por lo que un día gente como él nos dejaron, gracias por haberme enseñado como se lleva a nuestro padre Jesús, con su paso cadencioso y su himno. No os quepa la menor duda a todos vosotros, promitentes de Jesús jubilados, algunos por desgracia ya fallecidos que mientras yo viva y este llevando a Jesús, lucharé por todo lo que un día sentí junto a todos vosotros bajo su trono. !Viva Nuestro Padre Jesús!. ¡Viva lo más grande de Jaén!. ¡Viva el Abuelo!.