Ser pobre no es una vergüenza

Escucho al presentador de un programa de radio preguntar al presidente de Cáritas si no sería posible que las personas que no estuviesen acostumbradas a recibir estos servicios, pudiesen hacerlo de forma que no fuesen vistos, como si el ser pobre fuese una vergüenza.

    18 may 2012 / 10:56 H.

    Me viene a la mente en ese momento la imagen de un niño en un pueblo de la provincia de Jaén. La foto está tomada en la puerta de una casa con la misma apariencia de pobreza que la ropa con la que va vestido. En la entrevista que sigue a continuación, Cristóbal Montoro, nuestro actual ministro de Hacienda, pues de él se trata, reconoce que compartían una naranja entre todos, y que cuando había una para cada uno era algo fantástico. Porque ser pobre es una circunstancia, no es algo de lo que avergonzarse. Una vergüenza es que anden viviendo a cuerpo de rey los que han dado lugar a esto. Una vergüenza es que desaparezcan millones de euros en bolsillos de incompetentes que buscaron en la política una forma de vivir a costa de los demás y no un modo de servir a la comunidad. Una vergüenza son las subvenciones millonarias a sindicatos y partidos políticos. Las indemnizaciones, pensiones vitalicias. Yo sí siento vergüenza, pero de que muchas familias no estén correctamente alimentadas mientras las mariscadas sigan presidiendo algunas mesas. Porque la pobreza se ha impregnado de indignidad. Nadie se la merece, pero menos aún los que han luchado y se han preparado para no padecerla. Que se avergüencen los vividores ineptos. Juana Garrido es maestra